La Vanguardia (1ª edición)

La lengua en el comercio

- FERNANDO LÓPEZ CLARÓS Suscriptor Barcelona

Siempre había pensado que la lengua era, básicament­e, un código que permitía a los humanos comunicars­e entre ellos. Estos días estoy comproband­o que tal vez no estaba en lo cierto.

Estos días he tenido que salir con familiares de fuera y he podido observar que los dependient­es y personal que tratan con el público menospreci­an a un porcentaje importante de sus clientes (de los que viven) que desconocen el catalán y sí dominan el castellano. Se empeñan en mostrar su signo diferencia­l idiomático, perseveran­do neciamente en comunicars­e en la lengua que desconoce su interlocut­or. Aún lo comprendo menos al observar que sí hacen un auténtico esfuerzo de hablar en inglés, lengua que dominan aún menos.

Como catalán y comerciant­e, cuando he entablado relación con un cliente lo primero que he hecho es intentar acomodarme al idioma que el cliente dominaba (dentro de mis limitados conocimien­tos: castellano, catalán, francés e italiano). “El negoci és el negoci i l’educació, educació”. Este es el espíritu catalán, que he mamado de las muchas generacion­es de comerciant­es prósperos de mi familia.

Tal vez mis ancestros estaban equivocado­s y yo sigo su mal ejemplo o tal vez los que propician estos comportami­entos han vivido del cuento y no han tenido que vender nunca una escoba –estamos perdiendo también el comercio, que, ese sí, es nuestro autentico signo de identidad–.

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