La lengua en el comercio
Siempre había pensado que la lengua era, básicamente, un código que permitía a los humanos comunicarse entre ellos. Estos días estoy comprobando que tal vez no estaba en lo cierto.
Estos días he tenido que salir con familiares de fuera y he podido observar que los dependientes y personal que tratan con el público menosprecian a un porcentaje importante de sus clientes (de los que viven) que desconocen el catalán y sí dominan el castellano. Se empeñan en mostrar su signo diferencial idiomático, perseverando neciamente en comunicarse en la lengua que desconoce su interlocutor. Aún lo comprendo menos al observar que sí hacen un auténtico esfuerzo de hablar en inglés, lengua que dominan aún menos.
Como catalán y comerciante, cuando he entablado relación con un cliente lo primero que he hecho es intentar acomodarme al idioma que el cliente dominaba (dentro de mis limitados conocimientos: castellano, catalán, francés e italiano). “El negoci és el negoci i l’educació, educació”. Este es el espíritu catalán, que he mamado de las muchas generaciones de comerciantes prósperos de mi familia.
Tal vez mis ancestros estaban equivocados y yo sigo su mal ejemplo o tal vez los que propician estos comportamientos han vivido del cuento y no han tenido que vender nunca una escoba –estamos perdiendo también el comercio, que, ese sí, es nuestro autentico signo de identidad–.