El futuro del migrante
Veo una foto en el periódico fechada el 24 de diciembre. Unos migrantes están sentados en el suelo en un barco que les acaba de rescatar. La imagen es de felicidad. ¿Cómo no van a estar felices? Después de meses, años, de una terrible odisea que incluye maltrato, explotación, torturas, del frío y el terror en el mar, por fin están a salvo. A salvo.
Sin embargo, mi corazón se encoge cuando pienso en su futuro. Sea cual sea el país en el que acaben desembarcando serán mirados con desconfianza por su color, religión, costumbres, pero sobre todo, ante todo, porque son pobres. Deberán hacer frente a los prejuicios y la indiferencia, a ser, para muchos, invisibles.
Que ese paréntesis de felicidad entre el infierno y el purgatorio se encuentre en alta mar, a bordo de un barco, en tierra de nadie, dice muy poco a favor de nuestra humanidad. Continuarán llegando, si no es por las guerras será por el cambio climático. Ojalá que este 2019 los gobernantes de este planeta enfermo piensen en su futuro.