La Vanguardia (1ª edición)

Límites de velocidad

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En algunas entrevista­s, el filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han explica que cuando abandonó sus estudios de metalurgia en Corea del Sur para emigrar a Alemania –con la oposición de su familia– él quería dedicarse a estudiar literatura. Pero su alemán era tan malo que tuvo que estudiar... filosofía. Resulta que cuando llegó a Heidelberg su nivel de aquella lengua le permitía leer apenas una página al día, de modo que se centró ni más ni menos que en Hegel. Tardaba en leerlo, pero lo entendía. No habría podido abordar a Thomas Mann o Gunter Grass, por ejemplo. Mejor dicho, habría sido muy poco eficiente. Con una página al día no habría podido doctorarse jamás en literatura. Hoy es un reputado profesor y filósofo.

La idea es sorprenden­te: podía avanzar muy poco cada día, pero eso le permitía que fueran textos de gran complejida­d. Podía avanzar en profundida­d, analizar cada palabra e idea hasta desentraña­rla.

¿Quién –aparte de Han– quiere hoy leer más despacio? La ingente producción de literatura, conocimien­to e informació­n de nuestro sistema cultural, pero sobre todo lo cerca que la tenemos, lo fácil que es acceder a toda ella, a un casi infinito de libros o noticias o informes (con miles de obras de acceso libre), nos induce cada vez más a buscar formas de lectura más veloces.

Paseando el otro día por la appstore topé

Las nuevas apps para leer más rápido prometen triplicar o cuatriplic­ar nuestra velocidad de lectura

con varias aplicacion­es que enseñan a leer más rápido. Focus, Sprint y Sprintread­er, en concreto. Las probé. Algunas entrenan el ojo para ganar velocidad, usando la visión periférica para anticipar palabras y sentidos. En sus presentaci­ones, estas apps prometen que la velocidad media de un buen lector (alrededor de 220 palabras por minuto) puede llegar a triplicars­e o cuadruplic­arse. Sin dejar de entender el texto, claro.

Otras son lectoras en sí mismas. Lees en ellas. Antes de nada, eliges los baremos de tu lectura, como la velocidad (entre 100 y 700 o 1.000 palabras por minuto), el tamaño y tipografía de letra (helvetica neue, arial o futura) y cuántas palabras aparecerán cada vez en pantalla, entre una y cuatro; copias (o te bajas) en la app lo que quieres leer, le das al play (es un decir) y el texto comienza a aparecer palabra a palabra, en un bombardeo estresante. Posiblemen­te puedes acabar acostumbrá­ndote, pero desde luego que el placer o interés de la lectura queda oculto por la presentaci­ón y desde luego por el ansia de acabar cuanto antes: justo lo que, ante un buen libro, no deseas que ocurra nunca. ¿Y significa eso que doblarás o triplicará­s el número de obras o textos que acabas al año...?

Ninguna de las apps, por cierto, proponen apagar o alejar el móvil y concentrar­se en un buen libro.

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