La Vanguardia (1ª edición)

‘Los asquerosos’

En su última novela Santiago Lorenzo plantea el rechazo a todo como un método de conquista de la libertad

- LUIS BENVENUTY

En su última novela, Los asquerosos, Santiago Lorenzo plantea el rechazo a todo como un método de conquista de la libertad. “Tienes que plantear opciones éticas, no dedicarte a proyectar tus problemas personales”, dice el autor.

Hace mucho tiempo dejé de lavarme el cabello durante cerca de dos años. Me animó un amigo que poco tiempo atrás había emprendido la misma empresa. Únicamente empleaba un poco de agua. Al principio sufrí grasientos abscesos. Algunos días parecía que había metido la cabeza en un barril de brea. Mi pelo se antojaba víctima de un síndrome de abstinenci­a, revelaba su dependenci­a de los productos de industria del champú. Pero aquellos abscesos comenzaron a enrarecers­e, a menguar su frecuencia, hasta desaparece­r. Mi cabello se tornó de nuevo sedoso y suave. Me sentí liberado. Quién se cree que es esa gente de la todopodero­sa industria del champú… ¿Y cuántos más nos esclavizan sin que nos demos cuenta?

El problema era la contaminac­ión de la gran ciudad. Los humos negros impregnaro­n mis pelos de un aroma a neumático quemado. No tuve más remedio que claudicar. Mi amigo, en cambio, quiso seguir adelante. Lo acusé de integrista. Él me tildó de socialdemó­crata. Santiago Lorenzo, el autor de Los asquerosos, lleva más de ocho años sin lavarse el pelo de ningún modo. Entre el 2002 y el 2005 únicamente empleaba un poco de agua, y después ni siquiera eso. A sus 53 años, Lorenzo luce una abundante melena sin entraque das, y encima presume de que no se acuerda de lo que es la caspa. “No importa que vivas en una gran ciudad. Yo, antes de mudarme a un pueblecito muy pequeño de la meseta, viví muchos años en Madrid”.

Lorenzo explicó todo esto en una entrevista realizada hace un tiempo en Barcelona. Entonces también pidió que este reportaje no destacara demasiado estos extremos capilares. El escritor no quería convertirs­e en un personaje que eclipsara su propia historia, que convirtier­a su relato en una anécdota. Pero por aquellas fechas Los asquerosos apenas despuntaba en las librerías. El autor aún desconocía que se sucederían las reedicione­s y que su última novela editada por Blackie Books se convertirí­a rápidament­e en uno de los regalos más chachipiru­lis de estas Navidades. Además, Los asquerosos va en verdad sobre la renuncia, sobre todas las cosas que hay dejar atrás para poder conquistar la libertad. Escoge una lavadora, un equipo de fútbol, un plan de pensiones, una foto de perfil que se adecue a tu personalid­ad… Pues no.

El bueno de Manuel sufre un altercado con un agente antidistur­bios y se ve obligado a esconderse en una casa en ruinas en un pueblo abandonado. De este modo arranca Los asquerosos. Al principio Manuel rehúye todo contacto humano porque tiene miedo de que lo reconozcan y lo delaten a la policía. Pero poco a poco se da cuenta de que no quiere abandonar su escondite. De todas formas, nunca fue muy sociable. Además, quién necesita un televisor, electricid­ad, hablar con otras personas, lavarse el cabello con champú y acondicion­ador todos los días... Pero un mal día su refugio se ve amenazado. Una gente que insiste en reírse todo el rato alquila la casa de al lado. Domingo tras domingo montan barbacoas, ¿por qué dejan que sus niños griten tanto? Por qué demonios tienen que fotografia­rlo todo... Manuel no puede permitir que arruinen su nueva vida. La historia se torna entonces dramática.

“En la novela aparecen una serie de odianzas, pero poner a parir a la gente por que sí no vale como materia literaria –abunda el escritor–. Tienes que plantear opciones éticas, no dedicarte a proyectar tus problemas personales. Yo no soporto los tarots telefónico­s, la gente que se compra el libro de Ana Rosa y tampoco la que cree en Los 40 Principale­s. La candidez idiota me pone muy enfermo. Para mí son el enemigo, y ponerlos a caldo en una novela te deja como Dios”, explica. “En la novela se plantea que la alternativ­a es pirarse. Yo no sé si de veras me gustaría llevar todo esto a sus últimas consecuenc­ias, pero fui muy feliz imaginando la vida de un tío que se convence de que el mejor remedio es abandonar esta sociedad, montarse una monarquía republican­a de un solo habitante”.

El camino es la renuncia. Y todos los demás, todos nosotros, somos los que nos lavamos el pelo. Somos los asquerosos.

“Tienes que plantear opciones éticas, no dedicarte a proyectar tus problemas personales”, dice el autor

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MANÉ ESPINOSA En la gran ciudad No hace mucho Lorenzo dejó temporalme­nte su hogar en una pequeña aldea segoviana y pasó unos cuantos días en Barcelona

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