La Vanguardia (1ª edición)

Las uvas de la suerte

- Carles Casajuana

En Malasia, cuando hay un accidente de carretera, suele haber un atasco mayor que en otros lugares. Aparte del coche accidentad­o, que obstaculiz­a el paso, muchos conductore­s se detienen porque quieren tomar nota de la matrícula del coche y jugar el número en la lotería. Esta curiosa costumbre se basa en la idea, muy extendida entre los chinos, que son un tercio de la población del país, de que el azar compensará de una manera u otra la mala suerte del número en cuestión, por lo que si logran comprar un décimo con este número tienen más posibilida­des de que les toque el gordo que con cualquier otro.

Me he acordado de esta curiosa superstici­ón estos días al ver que Telecinco decidió transmitir el programa de Nochevieja, Las uvas de la suerte, desde la plaza del pueblo mallorquín de Sant Llorenç des Cardassar, donde el pasado 9 de octubre unas inundacion­es causaron trece muertos, muchos heridos y unos daños materiales considerab­les. El programa lo presentaro­n la periodista Lara Álvarez y el alpinista Jesús Calleja, y las campanas de la iglesia de San Llorenç dieron la bienvenida al nuevo año.

Confieso que no entiendo mucho la lógica de esta decisión. Mediaset España, propietari­a de Telecinco, dijo en un comunicado que lo hacía para “compartir con sus ciudadanos (supongo que quería decir los vecinos de Sant Llorenç) este especial momento de la Nochevieja y del Año Nuevo” y “enviar a toda la audiencia un mensaje de apoyo, de esperanza y de buenos deseos para el 2019”. Normal: es lo que toca en una noche como la de Nochevieja. Pero ¿es apropiado ir a celebrar la fiesta justamente en el lugar en que ha habido una tragedia como la de Sant Llorenç?

Sant Llorenç es un pueblo muy pequeño. Es difícil encontrar a alguien que no conociera a alguno de los fallecidos o que no tenga a alguien muy cercano que sufrió daños personales o materiales a causa de la inundación. Como es comprensib­le, el pueblo pasa por un mal momento. En circunstan­cias de este tipo, todos agradecemo­s que los demás nos muestren su apoyo y su solidarida­d. Pero una cosa es que nos transmitan su apoyo y solidarida­d y otra que se monten una fiesta en nuestra casa, y si es una fiesta con objetivos comerciale­s, aún peor.

Por circunstan­cias familiares, he pasado estos días en un pueblo vecino y conozco a gente de Sant Llorenç. Decir que la idea de Telecinco no les hizo mucha gracia sería quedarse corto: no les hizo ninguna. Me cuentan que el Consistori­o dio luz verde a la iniciativa, pero que el alcalde se opuso y no quiso participar en el programa y que mucha gente del pueblo está molesta por la decisión de Telecinco.

Yo sólo vi el programa durante un par de minutos. En el campanario de la iglesia, o en un muro detrás del escenario, no lo recuerdo bien, había un “Feliz Año” poco verosímil en un pueblo en el que el Ayuntamien­to suele desear a los vecinos “Bon any” o “Bones festes”. Pero en otro lugar también había un “Bon Nadal” bien grande, de modo que no se puede hablar de ofensa lingüístic­a. Los vecinos del pueblo pudieron seguir el programa en directo en la plaza, habilitada para un aforo de 3.000 personas.

Según leo en las noticias posteriore­s, el programa no fue precisamen­te un éxito. Quedó tercero de audiencia, con menos de un millón de espectador­es, tras el de Televisión Española (más de siete millones) y el de Antena 3 (más de cuatro). Eso sí: en las islas Baleares, fue el primero. Según la prensa, uno de los momentos estelares fue cuando –supuestame­nte por sorpresa– la cadena pasó unos vídeos de la madre y de otros miembros de la familia de Jesús Calleja diciéndole que le querían mucho y deseándole muy buen año y el alpinista no pudo contener las lágrimas. Debieron de ser unos instantes enterneced­ores. No me perdonaré nunca habérmelos perdido.

Ignoro si Telecinco ha dado parte de la recaudació­n de publicidad del programa a las víctimas de la inundación. No lo he leído en ninguna parte. Si lo ha hecho, me gustaría saber qué parte, exactament­e, y a cuánto ha ascendido, y aun así no sé si me parecería bien. Que Telecinco muestre su solidarida­d es muy loable, pero que la exhiba y se aproveche de ella para su fiesta de Nochevieja ya no me lo parece tanto. Y si Telecinco no ha hecho ningún donativo a las víctimas, aún peor. Ya sé que hoy, en aras del espectácul­o, todo vale, pero me pregunto si lo que Telecinco ha hecho, con la excusa de llevar alegría al pueblo, no es explotar unas emociones que merecerían más respeto y tratar de comerciali­zar la tragedia.

Pero tal vez me estoy dejando llevar por este vicio tan feo de pensar mal, que a menudo conduce a errores bochornoso­s (“Piensa mal y no acertarás nunca”, escribió José Bergamín, en un aforismo memorable). Quién sabe. Quizá la decisión de Telecinco obedece a una lógica similar a la de los chinos de Malasia y los directivos de la cadena decidieron con las mejores intencione­s del mundo transmitir el programa desde Sant Llorenç des Cardassar pensando que el azar compensará de alguna manera al pueblo y que así la audiencia de Telecinco compartirá su buena fortuna. Esperemos que sea así.

¿Es apropiado ir a celebrar la fiesta de Nochevieja en el lugar en que ha habido una tragedia como la de Sant Llorenç?

Que Telecinco muestre su solidarida­d es muy loable, pero que la exhiba y se aproveche ya no me lo parece tanto

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