La Vanguardia (1ª edición)

Dos semanas y un día

- Màrius Serra

La voluntad de declarar lectivo el día de resaca navideña quedó en nada y hoy topamos con un lunes despendola­do

Hoy, 7 de enero, es un día de gracia para pequeños y de desgracia para mayores. Los unos juegan, en teoría, con los regales que ayer recibieron de los Reyes. Los otros, en la práctica, cuentan las horas que faltan hasta que mañana, día 8 de enero, las escuelas vuelvan a acoger amorosamen­te a su progenie. Este año el día no lectivo destaca más porque cae en lunes, pero la prórroga de las vacaciones escolares navideñas es una fiesta consuetudi­naria muy difícil de erradicar. Experiment­ó esta dificultad la consellera de Ensenyamen­t Irene Rigau cuando, en el remoto año 2011, decidió santamente que la noche del día de Reyes quedarían clausurada­s las vacaciones escolares y declaró lectivo el día 7 de enero. Como aquel año caía en viernes, muchas escuelas usaron la prerrogati­va de los días de libre disposició­n para declararlo festivo. Un truco legal para boicotear la medida que actuó de mensaje inequívoco. La voluntad de declarar lectivo el día de resaca navideña quedó en nada, y hoy nos encontramo­s con un lunes despendola­do con ecos de condena. En esta segunda Navidad con presos políticos y políticos en el exilio, las vacaciones escolares duran dos semanas y un día.

Cada tiempo tiene sus signos. Igual que hay vestidos de época, hay expresione­s verbales que definen épocas. La retórica es como la moda a la hora de fijar momentos históricos. Adjetivos como tacones de aguja, adverbios como pantalones de pata de elefante, verbos como minifaldas, giros como botas de piel girada. A menudo algún argot profesiona­l toma protagonis­mo. El lenguaje de los cocineros esferifica­dores, las metáforas marineras, la omnipresen­cia del lenguaje deportivo... Este año diecinueve ya se ve venir que el lenguaje jurídico ocupará nuestros días. La famosa judicializ­ación de la política que caracteriz­a estos últimos tiempos desemboca, finalmente, en juicio. Las hipótesis devienen tesis, los procesos procedimie­ntos, las interlocut­orias dejan paso a los interrogat­orios y las acusacione­s desembocan en sentencias. En el caso que nos preocupa, condenator­ias, aunque el juicio aún esté por hacer. Lo sabe todo el mundo y es profecía. Puede variar la cantidad de años, pero nos podemos jugar un plato de guisantes a que acabarán con la expresión “y un día”. Una ampliación de condena que parece recochineo, pero que es un prurito de precisión. Resulta básica para determinar el tramo de la pena que debe aplicarse. Por ejemplo, una condena de dos años no determina ingreso en prisión, pero una de dos años y un día, sí. Las penas aplicables según el Código Penal no son fijas, sino que se mueven en una horquilla temporal que va del grado inferior al superior, la pena final surge de un cálculo con la media del intervalo que tiene en cuenta las mitades superior e inferior. Al final, una pena pasa de leve a grave por un solo día.

El día de hoy.

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