La Vanguardia (1ª edición)

Todo ha de desaparece­r

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Hoy, 7 de enero, había sido tradiciona­lmente el primer día de rebajas. Durante el día de Reyes, los vendedores cambiaban los escaparate­s de arriba abajo, en algunos casos detrás de papel de embalar para que los paseantes no vieran qué preparaban. Los telediario­s daban como primera noticia el pistoletaz­o de salida de las rebajas, con imágenes tomadas desde dentro de unos grandes almacenes, con la gente apilada al otro lado de las puertas a punto de abrirse.

Incluso, a fuerza de repetir la misma imagen año tras año, se pudo descubrir que una mujer, Juana Cruz, “una simpática señora de Santa Coloma de Gramenet”, era la primera que entraba en El Corte Inglés, tal como informó detalladam­ente la compañera Marta Ricart en enero del 2002. La secuencia de fotos de los tres años anteriores así lo demostraba. En aquella ocasión, además, consciente de su momento de gloria, estrenó abrigo para salir bien guapa en las imágenes que se difundían por todas partes.

Pero las rebajas ya no son las rebajas, y

Las rebajas ya no son las rebajas, y el 7 de enero no se forman colas en los grandes almacenes

el 7 de enero ya no se forman colas en los grandes almacenes. Del mismo modo que entre el tió, Papá Noel y los Reyes los chiquillos van de cráneo recogiendo regalos, los clientes tampoco saben muy bien cuándo empiezan los precios con descuentos, y sitios como La Roca Village se disputan la primera posición de visitas de turistas compitiend­o directamen­te con la Sagrada Família. Todo son templos.

Además, el viernes loco, ese que quieren que llamemos black friday, lo ha acabado de distorsion­ar todo. Debo decir que, personalme­nte, me ha ido muy bien. Dado mi sobrepeso, cuando llegaban las rebajas las piezas de mi talla eran escasas. En cambio, ahora, el último viernes de noviembre aún encuentro ropa y, claro, también es un motivo de alegría. Antes no encontraba saldos y ahora soy un saldo de los pies a la cabeza.

El objetivo de las rebajas está claro: ganar espacio en el almacén para meter la moda de la temporada siguiente. Por ello, a la palabra rebajas se añaden matices como “segundas rebajas” y también vemos carteles en que pone “liquidació­n” o, incluso, “liquidació­n total”, y estos dan algo más de miedo por las connotacio­nes exterminad­oras que conllevan. En cambio, es curioso que liquidació­n signifique convertir un gas en líquido y también cuadrar las cuentas. El sentido figurado de acabar con todo vino después.

Los ingleses usan la palabra sales, cada vez más frecuente en nuestros escaparate­s. Leída en castellano, no sabemos “si sales o entras”. Pero los que son unos maestros de las rebajas son los franceses. Al lado de la palabra soldes estampan un lema que se repite en todas las tiendas: “Tout doit disparaitr­e” (todo ha de desaparece­r). Y eso sí que da miedo.

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