El Grinch en Madrid

Empieza el 2019 y asoma la figura de José Mourinho enfilando el paseo de la Castellana con cara de Grinch, ese duende de color verde que piensa demasiado en sí mismo (clavado al portugués) y que odia los excesos de la Navidad (ahí ya coincidiríamos unos cuantos). El efecto Solari, si es que algún día existió, se va desplomando y el Bernabeu fluctúa entre el enfado vintage (protestas al árbitro), el abucheo flácido al equipo (el empacho de Copas de Europa mitiga una indignación mayor) y la deserción (a excepción de la

Fue reconfortante ver a Arthur tratar bien el balón entre tanta interrupción

grada blanqueada controlada por el club, la desbandada fue general). Ante tal panorama aparece Mourinho como solución se diría que guionizada, emergiendo en el horizonte como salvador de manual para meter en cintura a futbolistas distraídos individual y colectivamente. La cuestión es no mirar hacia el palco, que esto es el Madrid.

El Barça, que vive instalado en la otra punta de la escala anímica, refuerza su liderato y abre brecha respecto a sus perseguidores (ahora no hablamos del Madrid sino de Atlético y Sevilla porque hasta el Alavés ha superado a los blancos) con un fútbol más serio que vistoso que ayer se vio amenazado por un Getafe molesto y pegadizo como una garrapata. El partido, tirando a feo tal y como fue imaginado, sirvió básicamente para que Arthur, futbolista a todas luces necesario para dar sentido y sensibilidad al centro del campo azulgrana, vaya recuperando el terreno, perdido desde que se lesionó. Ver al brasileño tratar bien el balón entre tanta interrupción (Messi lo hizo igual o mejor y además marcó un gol pero los elogios al argentino se dan rutinariamente por sentados) fue reconfortante. Arthur, que vino sin nombre, se nos hace imprescindible; Coutinho, sobrado de cartel, es hoy un suplente en problemas. El fútbol es raro. Que se lo pregunten al Reus, que ganó ayer contra el pronóstico del mundo entero.