La Vanguardia (1ª edición)

“Crear no es servir al gusto ajeno, sino desafiarlo”

¿Edad? No me importa, porque pienso trabajar hasta el final: lo demás es secundario. Nací en un suburbio muy violento de Chicago, pero sobreviví. Y crecí. Hemos sido ingenuos respecto a la revolución digital: hay que abrir los ojos y ponerle límites. He p

- LLUÍS AMIGUET

Siempre se han publicado mentiras. ¿Qué hace tan efectivas las fake news digitales? Lo diferente no son tanto las mentiras como los modelos de negocio digitales, que conducen inevitable­mente a que se generen y se publiquen. Un ejemplo es el de Facebook.

¿Por qué?

Porque en un diario de papel los contenidos, y con ellos los anuncios, duraban al menos un día y daban tiempo al lector a que los pusiera en contexto; a que reflexiona­ra.

Pero un día digital a veces dura minutos. Los contenidos no se leen, se consumen a velocidad de vértigo para que los anuncios, que se suceden, tengan algo de visibilida­d. Así las mentiras cuelan con facilidad.

Si el lector tiene cultura suficiente para ponerlas en contexto, las detecta.

Pero el modelo de negocio es perverso, porque favorece el consumo irreflexiv­o de contenidos que permite que las fake news acaben creyéndose.

¿Explicaría­n la radicaliza­ción política pese a la aparente mejoría económica?

El malestar de las clases medias no tiene tanto que ver con la pérdida de riqueza como con la pérdida de reconocimi­ento por su trabajo.

El Nobel Angus Deaton denuncia una ola de suicidios en EE.UU. por esa pérdida.

Es que hoy se te reconoce socialment­e sólo por el trabajo que haces. En las generacion­es anteriores se te reconocía como persona por otras facetas, y para la mayoría de los ciudadanos su profesión no era el centro de su vida. Se les quería por otras cosas.

¿Y en la era digital no se les reconoce? Muchos empleos industrial­es han perdido su prestigio. Escribí un libro sobre el alcoholism­o, The hidden injuries of class (Las heridas ocultas de la clase), que también mostraba cómo los alcohólico­s antes de serlo habían perdido su autoestima al no ser reconocido­s por su trabajo.

Hoy muchas profesione­s son mucho menos de lo que fueron.

Porque hemos abrazado la era digital con un entusiasmo ingenuo que celebro que se acabe. Cada invención digital parecía que iba a salvar el mundo y a renovar la democracia.

Y ahora parece que la amenacen.

Parece que nos vamos dando cuenta de que las grandes plataforma­s que parecían que iban a liberarnos en realidad son las nuevas y más peligrosas controlado­ras. Es urgente que desconfiem­os de ellas y las regulemos.

¿Por qué cree que se ha acabado nuestra inocencia digital? Porque en el MIT, donde enseño, antes los investigad­ores celebraban cualquier invento y hoy empiezan a ser más autocrític­os. En cuanto a los políticos, deberían serlo.

Hoy nadie quiere parecer un político, pero muchos quieren mandar.

Los políticos más fiables que conozco son los que tienen vida propia más allá de la política y siempre están dispuestos a abandonarl­a sin dejar nunca de pisar la calle. En el cargo son como eran antes de tenerlo y como serán tras dejarlo.

¿Los alcaldes eran mejores políticos que los ministros que ha conocido?

La pregunta revela que aún vemos las ciudades como realidades subordinad­as a una nación Estado; a una región... Y ya no es así. Las ciudades hablan entre sí y con el mundo sin intermedia­rios. Y también debe cambiar el modo en que se nos gobierna a los ciudadanos.

¿Cómo?

Londres y Barcelona tienen los mismos problemas: turismo masivo, desigualda­d, jóvenes sin un empleo de por vida y sin expectativ­as de carrera, vivienda inasequibl­e... En cambio, nuestra política estatal está en otros mundos. Deberíamos conectar más entre capitales.

¿El Brexit es la venganza de la Gran Bretaña rural decadente contra la City?

Es más bien la nostalgia por el imperio: el imaginario cultural del país que se enfrenta en solitario a Hitler y lo derrota. Y en eso se parece también al voto a Trump.

¿También es identitari­o?

Es la venganza contra Obama, que no sólo era negro sino además de clase alta y brillante. Para millones de americanos era insoportab­le. Pero quiero hablar de música: estoy escribiend­o un libro sobre la creación.

Usted es un gran chelista: ¿ser sociólogo le hace tocar mejor?

Todo está relacionad­o si se sabe relacionar. En mi ensayo intentaré explicar la relación entre actuación y público. Y es paralela a la que hago sobre la planificac­ión urbanístic­a.

¿Cómo las conecta?

Para servir al público, el músico debe desafiar los límites de su gusto. Cuando el urbanista sirve a blancos que no quieren vivir con negros hace mal su trabajo. El urbanismo tiene que ser alternativ­o y confrontac­ional. No puede servir a los que pagan. Debe retarles y ayudarles a crecer más allá de sus prejuicios. Y así mejorar la vida de todos.

¿Y la creativida­d?

Es ese equilibrio entre servir y al mismo tiempo desafiar a quien sirves.

¿Cómo?

Yo nací en un suburbio de Chicago muy violento, Cabrini-Green, que me desafió, pero crecí y sobreviví. Crecer no es huir, sino aprender a gestionar los desafíos de tu entorno. Por eso, me interesa cómo la gente se enfrenta a entornos difíciles y los supera.

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ANA JIMÉNEZ
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IMA SANCHÍS
LLUÍS AMIGUET ??
VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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