La superficialidad compartida

Es posible que el espectáculo sea la dictadura efectiva de la ilusión en la sociedad moderna (La société du spectacle, Guy Debord). Hoy es posible hacerse rico colgando fotos del móvil en un blog de moda o subiendo vídeos en YouTube. Consumimos entretenimiento porque una de las características de la sociedad del espectáculo en la que estamos instalados es su superficialidad compartida, su frivolidad desbordante. El periodismo seguramente ha contribuido a conformar este mundo, pero las redes sociales lo han dimensionado globalmente.

Una camarera de vestido azul fue la protagonista de la gala de los Globos de Oro celebrada la noche del domingo, en lo que fue una demostración de cómo el entretenimiento trastoca las prioridades. En casi todas las imágenes del photocall de los galardones cinematográficos aparecía una joven mirando a la cámara con una bandeja de botellines de agua. La retransmisión televisiva del acontecimiento consiguió que la gente empezara a preguntarse en las redes quién era la mujer que aparecía junto a Bradley Cooper, Nicole Kidman, Lady Gaga o la presentadora Sandra Oh. Y las etiquetas “la chica del agua” se sucedieron durante horas en Twitter, convirtiéndose en uno de los focos de atención de la alfombra roja.

La camarera era en realidad una aspirante a modelo, contratada por la marca de agua Fiji. Entrevistada para Los Angeles Times, comentó que lo suyo era un arte (lo de situarse en el tiro de las cámaras, no lo de servir agua): “Todo es una estrategia, porque tienes que buscar el ángulo exacto”. Lo mejor de su actuación fue que la compañía que la contrató dio mil dólares por cada foto al lado de un famoso a una entidad que ayuda a las mujeres aspirantes a directoras de cine a realizar sus proyectos. Todo poco serio, pasajero, pero extraordinariamente viral, como se espera de la sociedad del espectáculo.