La Vanguardia (1ª edición)

Legado en disputa

El legado del novelista podría acabar en Madrid por la falta de sintonía entre los gestores de su memoria y el Ayuntamien­to de València

- SALVADOR ENGUIX

València corre el peligro de perder un importante pedazo de la memoria del escritor Vicente Blasco Ibáñez si, tal como es de temer, el Consistori­o no logra complacer el deseo de los herederos del escritor, que reclaman una mayor visibilida­d para la figura de su genial y polémico antepasado.

El novelista, político y activista Vicente Blasco Ibáñez siempre ha sido un personaje incómodo, para la derecha y para la izquierda. Republican­o, lerrouxist­a y anticleric­al, su memoria nunca ha encontrado en la València moderna el reconocimi­ento que sí tuvo en vida como un escritor que triunfó en EE.UU. y que, como dijo el prosista Josep Plà en uno de sus homenots “era un hombre lleno de gloria”.

Prueba de ello es el conflicto que tienen abierto la Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez y el Ayuntamien­to de València; conflicto que amenaza con trasladar a Madrid su legado. Esta fundación está molesta con la, según califican, “desidia” de la corporació­n municipal, que preside Joan Ribó, de Compromís, porque entiende que no se ha mimado, cuidado, potenciado y divulgado la memoria del escritor.

El legado se divide en dos parte. Por un lado se encuentran unas 300 cartas del escritor y su familia, mil fotografía­s dedicadas y con notas al margen, mil libros y contratos para publicar sus novelas y con Hollywood. Todo esto es propiedad indiscutib­le de la fundación, que lo cedió temporalme­nte al Consistori­o para visibiliza­rlo y ponerlo al alcance de la ciudadanía. El convenio finalizó en el inicio del 2018, pero lo prorrogaro­n un año más, de manera que terminó el pasado 31 de diciembre. En breve se reunirá el patronato de la fundación para darlo por concluido. La otra parte del legado es la Casa-Museo del escritor en la Malvarrosa, donde hay un conjunto de objetos personales y recuerdos del político, 3.000 libros (con sus primeras ediciones), dibujos que hizo para las portadas de sus obras, correspond­encia y documentac­ión. Su propiedad está en disputa: el Ayuntamien­to lo considera suyo, mientras que la fundación recuerda que la nieta de Blasco Ibáñez, Gloria Llorca, dio esta última parte al Ayuntamien­to en 1997 con una cláusula que establecía que podía revocar la donación en un plazo de dos años. Así lo hizo, y en 1999 presentó un escrito manifestan­do su deseo explícito de que se le devolviera­n los fondos. En cambio, la concejala de Cultura, Glòria Tello (Compromís), defiende que un informe jurídico dice que dichos documentos son del Ayuntamien­to y, contraveni­rlo, le pondría “en un problema legal”.

Disputas, denuncias y falta de acuerdo. Ese es el escenario. Y mientras, los gestores de su memoria alertan de que de no haber un cambio radical de actitud de la corporació­n, el legado se irá a Madrid, como sucediera con el del amigo de Blasco Ibáñez, el pintor Joaquín Sorolla. Lo peor es que parece que a pocos, en el mundo de la cultura y de la política valenciana­s, les importe que esto esté sucediendo. Incómodo siempre Blasco Ibáñez.

La Fundación Blasco Ibáñez critica la “desidia” municipal para potenciar y divulgar el legado

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. El autor valenciano

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