La Vanguardia (1ª edición)

Tres hipótesis

- Pilar Rahola

La fotografía de la noche: unos premios literarios con solera; una cena con notables; un galardonad­o, Marc Artigau, que hace un sentido recordator­io de los presos y exiliados; y un candidato a la alcaldía, Manuel Valls, que se excita, gesticula, grita y se abalanza sobre Artur Mas, por considerar­lo culpable de las maldades que sufre Catalunya.

“¡Basta, basta!”, clama, asqueado porque los presos no tienen la delicadeza de pudrirse en la cárcel en silencio, sin que nadie los recuerde. ¡Habrase visto que, en un acto literario, un escritor tenga la osadía de ejercer la libertad de expresión para recordar a unos presos políticos! Y es tal el enfado que incluso pide a la delegada del Estado, la discreta Cunillera (qué diferencia con las milladas de Millo!), que haga algo. ¿Qué? ¿Enviar a la Guardia Civil a detener al pérfido escritor? ¿Ponerle un bozal? ¿Expulsarlo de la sala? La petición no queda clara, porque eso de “hacer algo”, dicho con tono represor, siempre es un territorio fangoso. Y es así como el expremier de la Republique monta un buen número en un acto social, que lo deja retratado ante todos, porque un escritor ha osado ejercer el derecho a la libertad de expresión. Al día siguiente

¡Habrase visto que, en un acto literario, un escritor ose ejercer la libertad de expresión!

remacha la marcianada asegurando que él es Charlie Hebdo, los humoristas que fueron asesinados justamente por ejercer la libertad de expresión. Será que, para Valls, este es un derecho que se puede ejercer en Francia, pero no en Catalunya.

A partir de aquí, vista la histriónic­a reacción de Valls, las hipótesis sobre los motivos se disparan. Primera hipótesis, avalada por amigos del candidato: Valls es tan listo, que ha hecho una maniobra ruidosa para situarse en el centro de la polémica, porque su campaña hace agua. Es un hecho que Valls no encuentra el eje de su candidatur­a, incómodo entre las siglas de Ciudadanos, extraño para los votantes de la formación, y fuera de plano a causa de los aliados ultras que el partido naranja tiene por el sur español. Es un candidato extraño para un partido que lo necesita, pero no lo acaba de comprar. Y la campaña, a pesar de los meses y el dinero que ya lleva gastados, es tan extraña como el personaje.

La segunda hipótesis apela a los nervios del candidato, consecuenc­ia de la situación errática de la candidatur­a. Si se añade que estuvo en contra del acuerdo con Vox, que ahora se tiene que comer el sapo y que en Francia lo han retratado por ir de la mano de la extrema derecha, todo suma en perder el control de manera tan inoportuna.

Habría una tercera hipótesis, avalada en Twitter por Enric Calpena, que estaba presente en el acto, en el sentido de la alegría, que ya se sabe que las fiestas literarias son muy alocadas. Todo podría ser, o sencillame­nte podría ser que el señor Valls sea lo que parece, un diletante que niega en Catalunya lo que defendía en Francia. Abogado de oficio, versión política.

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