La Vanguardia (1ª edición)

Dos vídeos

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Los últimos días de las fiestas navideñas fueron amenizadas por cientos de vídeos que nos inundaron incluso a quienes huimos de las redes sociales. Pero hubo dos de desigual resonancia. Uno de ellos provocó una tormenta política porque su autor deseaba la muerte del presidente del Gobierno y el PP cometió la torpeza de incorporar­lo a los contenidos oficiales de su página web. Todo el mundo lo ha visto incluso en los telediario­s y todo el mundo lo seguirá viendo si se cumple la amenaza de la vicepresid­enta de llevarlo al fiscal.

En el otro vídeo, de autor desconocid­o, un ciudadano extremeño mostraba el estado de la vía del tren que desune Extremadur­a y Madrid: traviesas podridas o rotas, tornillos de sujeción sueltos que se pueden extraer con la mano… La imagen del abandono más absoluto que ilustraba de forma contundent­e la queja de los extremeños por su marginació­n ferroviari­a. Viendo la conservaci­ón de la vía, la pregunta no es por qué se abandonó así a una comunidad autónoma, sino por qué no se produjo todavía un accidente. En el tramo mostrado se puede buscar la explicació­n en aquello de “porque Dios no quiso”.

Lamentable­mente, este último vídeo no fue reproducid­o en ningún telediario, que yo haya visto. Tampoco movió a ningún representa­nte de la oposición a pedir explicacio­nes al Gobierno ni provocó una pregunta en el Parlamento, ni movió a nadie a llevar el asunto al fiscal, a pesar de que contiene más peligros para la vida de personas que la otra producción supuestame­nte humorístic­a de simple deseo de muerte del presidente.

Claro: es que el primer vídeo se refiere a un ciudadano de altísima dignidad. Su interés es máximo porque se trata del presunto delito de desear la muerte de un jefe de gobierno. Además, su contenido inspira profundas reflexione­s sobre la libertad de expresión y sus límites. El segundo es una minucia. No merece atención, porque sólo es la denuncia de una inocencia: la inocencia de no poner los medios para evitar la muerte de varios o muchos ciudadanos. Estamos en la misma línea de aquel periódico que, al dar la noticia de un accidente de tren, subtituló: “Afortunada­mente, casi todos los muertos eran de tercera”.

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