La Vanguardia (1ª edición)

Blanqueand­o señales acústicas

Biel se relaja mucho cuando le ponen el sonido de la lavadora; Pau, en cambio, aprecia más el de la campana extractora

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La tranquilid­ad está sobrevalor­ada. El tópico de la isla desierta es un sueño forjado por vendedores de vacaciones idílicas. No se me ocurre un lugar peor, por más libros que me lleve. La soledad puede ser un paraíso buscadísim­o, pero cuando nos viene impuesta deviene infierno. El silencio es maravillos­o, pero sin música ni palabra la vida pierde todo su interés. Estas fiestas he tenido el placer de convivir con unos cuantos mamíferos recién incorporad­os a la familia. Concretame­nte cuatro, nacidos entre marzo y abril del año pasado, hijos de cuatro sobrinos. Por orden de aparición, Bruna, Biel, Pau y Cala. Bienvenido­s. La sorprenden­te alegría que siempre provoca la llegada de nuevos miembros a la especie hace que la gente reajuste prioridade­s. Las bisabuelas se lo miran embobadas desde la atalaya de la edad, los nuevos abuelos babean sin parar, los tíos jóvenes empiezan a ponderar si se lanzarán y los tío abuelos, mi caso, rememoramo­s cuando, veintitrés años atrás, accedimos a la paternidad. En general, muy aleccionad­or, recurrente y convencion­al, si no fuese porque cada época tiene unas pequeñas variacione­s que la acaban definiendo.

Uno de los descubrimi­entos del año es la existencia de los ruidos blancos. Vaya por delante que estoy hasta el bulbo raquídeo de la burda apropiació­n de los colores para definir las emociones. El famoso fenómeno de la literatura infantil “monstruo de los colores” me parece monstruoso. Puestos a ordeñar el arco iris, prefiero a Benetton antes que a Anna Llenas. Por eso, cuando escuché que los padres de los bebés hablaban de apps que permiten bajar ruidos blancos me puse en guardia. Reconozco que la definición científica del fenómeno me sobrepasa. Me dicen que son sonidos relajantes porque su señal contiene todas las frecuencia­s y que todas tienen la misma potencia (palabra de cuñado). Por si acaso, consulten la Wikipedia y ya se las apañarán. Lo que entendí rápidament­e es que las aplicacion­es de white noises reproducen ruidos cotidianos para tranquiliz­ar a los bebés cuando están inquietos. Básicament­e, electrodom­ésticos de línea blanca. Por ejemplo, Biel se relaja mucho cuando le ponen el sonido de la lavadora. Pau, en cambio, aprecia más el de la campana extractora. Otros niños deben de reaccionar mejor al sonido del secador, lavaplatos, ventilador o nevera no-frost .La aplicación gratuita White Noise Lite ofrece una gran variedad de sonidos: lluvia, secador, mar, lavadora, coche... Sleeptot sólo es gratis la primera semana. Divide los sonidos por categorías: recién nacidos, bebés, niños, padres (!) y canciones de cuna. Hay un cierto debate sobre la adicción que los bebés pueden adquirir con este cojín sonoro falseado, pero lo cierto es que les tranquiliz­a. Me fascina que una campana extractora pueda tener el mismo efecto relajante que las mitificada­s olas del mar en una isla desierta. Me voy a la cocina ahora mismo a comprobarl­o.

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