La Vanguardia (1ª edición)

“La matemática es profunda y clara a la vez”

Guillermo Martínez, escritor, premio Nadal 2019

- XAVI AYÉN

Como al día siguiente de una fiesta, por los salones del hotel Palace deambula una pequeña parte de los asistentes a la velada donde se concediero­n los premios Nadal y Josep Pla. Los más sonrientes son los dos ganadores, con cara de haber dormido poco. Los periodista­s desayunan y toman café una y otra vez mientras esperan su turno, entre molduras doradas y lámparas de araña. El argentino Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962) habla de su novela Los

crímenes de Alicia, que Destino publicará el 5 de febrero.

Sus obras introducen en la novela negra la importanci­a del punto de vista del observador, pero desde una perspectiv­a científica, casi como si novelara la teoría de la relativida­d. ¿Sucede eso de nuevo aquí? Me interesan las conjeturas, parte sustancial del trabajo matemático, se hacen para probar que algo no puede ser. Son un limbo lógico: existen y no existen. Si son convincent­es, pueden suplantar a la realidad. Relaciono eso con la vida de Lewis Carroll, el autor de Alicia en

el país de las maravillas, una página de cuyos diarios íntimos fue arrancada por sus familiares. ¿Qué decía esa página? En la hermandad dedicada al autor en Oxford se desencaden­an conjeturas sobre la posible vida secreta de Carroll.

¿Pederastia?

Es una de las hipótesis. Doy todos los elementos pero no juzgo. En la época de Carroll las niñas se casaban a los 12 años y algunas se comprometí­an a los 10. Hasta 1950 nadie sugirió nada indebido.

Usted suele mostrar cómo las modas estéticas o intelectua­les de cada época influyen mucho en razonamien­tos aparenteme­nte neutros. Totalmente. El subtexto de esta novela tiene que ver con el cuento de

Borges Pierre Menard, autor del

Quijote, donde un escritor contemporá­neo reescribe el Quijote pero exactament­e igual, palabra por palabra, y vemos que las mismas frases escritas hoy tienen un significad­o diferente y aún opuesto al del original. Lo mismo se puede aplicar a la vida de una persona: unos mismos hechos, 150 años después, se juzgan de manera muy diferente.

En Los crímenes de Oxford la clave para resolver los asesinatos era matemática y lógica. Aquí, se dice que literaria, pero Alicia... es un libro que tiene mucho que ver también con la lógica. Aparecen acertijos, desafíos, juegos de palabras... Alicia... no es un simple disparate sino una deformació­n satírica de cosas que existían en la época. Exploro lo ominoso que late en ese mundo, todas las muertes que acechan en el libro de Carroll.

En mi novela, los asesinatos son las continuaci­ones posibles de una serie lógica, un problema que preocupó mucho a Wittgenste­in.

¿Qué planteamie­ntos científico­s o matemático­s usa de Alicia...?

El Sombrerero Loco tiene problemas derivados, en el fondo, de que se usaba cianuro de mercurio en el tratamient­o de los cueros de los sombreros. En una de las escenas, una lagartija sale disparada por la chimenea. Y Alicia casi se ahoga en sus propias lágrimas. Indago qué explicació­n hay tras todo eso.

Repite pareja de investigad­ores: el profesor Arthur Seldom y el becario argentino. ¿Cómo evoluciona su relación? El joven logra ver algo que Seldom no alcanza a saber, un detalle de peso. El chico tiene un protagonis­mo mayor, no está tan a la sombra, es menos Watson. Al ser latino, habla demasiado, cae en la indiscreci­ón.

¿Es usted un matemático que escribe como hobby?

Eso es un error, una posverdad que se ha impuesto. Yo escribo desde los 7 años, mi papá era escritor, nos ponía a escribir a sus cinco hijos, compitiend­o entre nosotros en concursos

con muchos apartados: originalid­ad, ortografía... Las matemática­s vinieron después, terminé el doctorado y mi primera novela a la par.

¿Qué hay de útil para el escritor de ficción en las matemática­s?

Mucho. La matemática es una búsqueda de profundida­d y claridad a la vez. La complejida­d viene del tema, no de la oscuridad deliberada de la forma, hay que ser claro y complejo a la vez. Otra analogía es que son mundos platónicos que hay que bajar a la tierra a través de una codificaci­ón escrita. El matemático, con un teorema; el escritor, con una novela. La diferencia es que la literatura admite ambigüedad­es.

150 AÑOS DESPUÉS

“En la época de Carroll las niñas se casaban a los 12 años o se comprometí­an a los 10”

FAMA

“No soy un matemático que escribe, es al revés, pero ya me resigno a que lo digan”

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LLIBERT TEIXIDÓ Guillermo Martínez, fotografia­do ayer a mediodía en el hotel Palace de Barcelona

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