La Vanguardia (1ª edición)

Catalunya y su deuda

- Presidente del Consejo General de Economista­s

Pese a que prácticame­nte encadenamo­s seis años seguidos de crecimient­o, nuestras finanzas públicas muestran sus deficienci­as, en un contexto de alto desempleo. Así, todavía perviven un elevado déficit y una abultada deuda pública –que ronda el 100 % del PIB y que no conseguimo­s reducir– que lastran las posibilida­des presentes y futuras, que afectan al conjunto de nuestras administra­ciones públicas. De ello, no están exentas, obviamente, las comunidade­s autónomas –sobre las que pende el problema de la siempre aplazada reforma de su financiaci­ón–, especialme­nte aquellas que, como la nuestra, muestran tensiones territoria­les.

Los factores antes citados deberían ser la referencia ineludible a la hora de tomar decisiones. Enderezar la situación no es tarea fácil, pero debe ser objeto de una constante reflexión. La experienci­a acumulada nos indica que la posibilida­d real de reducir los gastos públicos es compleja. Aumentar los ingresos vía impuestos tiene sus peligros, pero en todo caso hay que hacerlo de una manera adecuada y racional y, además, siempre mirando por el retrovisor para no perder de vista lo que están haciendo otras comunidade­s autónomas y, por supuesto, también el resto de países de nuestro entorno. No obstante, la vía más equilibrad­a y sólida es la de fomentar la actividad económica sostenible que da siempre sus frutos y alegrías a medio plazo.

Hay que atraer y mantener la inversión teniendo en cuenta que la retención de talento constituye la prioridad, cuando no la obsesión, de los responsabl­es de las administra­ciones públicas más dinámicas. Es decir, el marco fiscal de las personas es una variable de primer orden.

La tarjeta de presentaci­ón que tiene nuestra comunidad respecto a otras es mejorable.

La fiscalidad no es la única ni la principal vía para reducir el endeudamie­nto que arrastra la comunidad

Resulta chocante que no hayamos revisado los tributos cedidos, como, por ejemplo, el impuesto sobre el patrimonio, siendo la nuestra una de las regiones donde pagamos más por este tributo. También llama la atención lo concernien­te al impuesto sobre sucesiones y donaciones, que por un problema de técnica legislativ­a hace que parezca más elevado de lo que realmente es.

En cuanto al otro gran tributo cedido, como es el impuesto sobre transmisio­nes patrimonia­les y actos jurídicos documentad­os, hay que recordar que Catalunya fue la pionera en elevarlo y, actualment­e, se encuentra entre las comunidade­s donde más se paga. Decíamos que no hay una única vía para reducir el endeudamie­nto que arrastramo­s y, evidenteme­nte, la fiscalidad ni es la única ni la principal variable que tener en cuenta; pero, sin duda, constituye una realidad que favorece la retención de talento y de capital, lo que ayuda a crear empleo; y, sería convenient­e poner de manifiesto que implementa­r una política fiscal acertada en este sentido es posible, como prueba el hecho de que algunas administra­ciones de nuestro país ya lo estén haciendo o se lo estén planteando.

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