La Vanguardia (1ª edición)

El reo que quería morir

Se suicida en Nevada un recluso del corredor de la muerte que pedía sin éxito que le ejecutaran

- FRANCESC PEIRÓN

Existe un viejo lema entre los abogados penalistas: “El objetivo de cualquier preso consiste en tratar de huir”. Scott Raymond Dozier, de 48 años, quería morir, a diferencia de otros reclusos. Le condenaron a la pena de muerte en el 2002, en el estado de Nevada, por matar y desmembrar a un hombre. Durante largo tiempo sus abogados lucharon en busca de que le conmutaran la pena.

Hace un par de años, y tras sufrir todo este periodo el impacto del encierro y de la incertidum­bre sobre su destino, Dozier abandonó esos esfuerzos y pidió con urgencia al juez que fijara una fecha para la ejecución.

El estado de Nevada también insistió para que se llevara a cabo la sentencia, y esa última voluntad, en una nueva sala diseñada para aplicar la inyección letal. Debía ser la primera ejecución en este estado en más de una década.

Se programó en un par de ocasiones. En ambas se canceló por el debate legal respecto al uso de determinad­as drogas y su eficacia, tras varios casos de sufrimient­o excesivo de los reos.

Este pasado sábado, Dozier ató una sábana en una de las salidas de aire de su celda en la cárcel de Ely y se colgó hasta morir, según los responsabl­es del penal.

Las personas que habían estado en contacto con él señalaron que la perspectiv­a de permanecer el resto de su existencia en el corredor de la muerte se le hacía insoportab­le. Dozier insistió en morir, incluso si debía “pasar un mal rato” al recibir el cóctel de fármacos, incluido uno tan problemáti­co como el fentanyl.

Así que los retrasos se debieron a que la empresa farmacéuti­ca frenó el suministro, por temor a que su reputación saliera dañada, o a iniciativa­s jurídicas en que se acusó a los responsabl­es penitencia­rios de intentar conseguir los productos con subterfugi­os en lu- gar de por la vía legal. Mientras el apoyo a la pena capital mengua, la iniciativa de Dozier subraya una tendencia entre estos condenados a pedir voluntaria­mente la ejecución o a desistir de las apelacione­s para que se lleve a cabo.

La mayoría de estos muestran clara evidencias de padecer enfermedad­es mentales, en buena medida por el deterioro de las condicione­s psíquicas a causa del prolongado confinamie­nto.

Un portavoz oficial indicó que Dozier se hallaba solo en su celda. No estaba bajo vigilancia por tendencias suicidas, a pesar de que había amenazado con matarse y, de hecho, fracasó en el intento hace unos cuantos años.

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