La Vanguardia (1ª edición)

La ingenua y el zarzuelero

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Nada está escrito. De repente, una ola inunda con gran fuerza el escenario; pero enseguida, otra mayor la contradice. Nada ha culminado todavía de manera cierta. Ni en Catalunya ni en el resto de España. Se mantendrá, eso sí, y por mucho tiempo, la excitación política que, en plena crisis económica, arrancó en Catalunya exacerbada por la sentencia del Estatut; que explotó en los entornos juveniles con el 15-M y Podemos; y que acaba de pegar un rebote en Andalucía en sentido antagónico.

Los resultados en Andalucía han suscitado la expectativ­a de un gran tsunami ultraderec­hista en toda España. Un tsunami que ayer parecía menos creíble que en días anteriores, debido a la firmeza de Ciudadanos, que no quiere (ni puede) aceptar un solo matiz ideológico de Vox. Abascal es un galán de teatro: ayer presentaba unas exigencias zarzuelera­s que parecían el anuncio del final de su primer capítulo. Puede pasar cualquier cosa. Nuevas elecciones en Andalucía, por ejemplo. Ayer por primera vez el PP aceptaba la eventualid­ad de que el pacto con Cs no pueda cristaliza­r.

Sea como sea, los volantazos serán constantes. Ante el agotamient­o o la impotencia de las opciones convencion­ales, la ciudadanía opta por las emociones fuertes: irritación, inquietud, temor, rabia, malestar. En esta crisis política (que, como es sabido, es general en todo occidente) es muy fácil dejarse arrastrar por mentirosos, simplifica­dores

Dolors Bassa recuerda que la dureza (y la impiedad) que sufre no tiene por qué excluir la cintura política

o vendedores de crecepelo. Las redes sociales son el medio ideal de los agitadores, lo que acaba de reforzar el tremendism­o ambiental que estamos viviendo. Consecuenc­ia de todo ello es la gran fragmentac­ión del voto y de las corrientes políticas. Tal fragmentac­ión desemboca en agrupacion­es de familias ideológica­s que suelen favorecer a la facción extremista: pasó con la CUP en Catalunya, le pasa a Iglesias con los trotskista­s. Y está (o estaba) a punto de pasarle a PP y Cs con la extrema derecha.

Cuanto más nos acercamos al clímax (juicio, elecciones), más velozmente cambian las expectativ­as. Hace dos días parecía que la derecha española regresaba al frentismo que nos condujo a la Guerra Civil, mientras se divisaban en Catalunya ínfimos brotes de moderación. Hoy parece al revés. Veremos el recorrido que tiene la frase de la exconselle­ra Bassa desde la cárcel: “No podemos dejar caer a Sánchez; la alternativ­a es mucho peor”. Dolors Bassa, que no tenía informació­n estratégic­a alguna y tuvo un papel irrelevant­e en la proclamaci­ón (teatral) de la república, es segurament­e la víctima más ingenua del procés i del TS. No sólo en el sentido que habitualme­nte damos a esta palabra: la más candorosa, la que carece de malicia; sino también en sentido etimológic­o. En la antigua Roma, ingenuus era el que siempre había mantenido la condición de libre: nunca había sido esclavo. Encarcelad­a, pero no esclavizad­a, Bassa recuerda a los independen­tistas que la dureza (y la impiedad) que ella y los otros líderes independen­tistas sufren no tiene por qué excluir ni la lucidez, ni la cintura política.

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