La Vanguardia (1ª edición)

En algunas cadenas de moda la secuencia musical de fondo es un atractivo comparable a la propia ropa

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La expresión hilo musical implica modorra, como si una especie de mecedora auditiva nos invitara a relajarnos dentro de un ascensor o una cabina de esthéticie­nne con Richard Clayderman y Enya. Un drenaje linfático acompañado por las gaitas new age de la irlandesa siempre me resultó una tortura: cómo abandonars­e si sus melodías me enervaban los epitelios. En su día, poner banda sonora a la vida cotidiana supuso un avance, un lujo que pretendía hacer más elegante y fluida la atmósfera. Se buscaba un aire de neutralida­d, sonidos pastosos, pianos sencillos, o la tan recurrida Kiss FM, con sus tópicos que a veces ni se escuchan de tan acostumbra­dos al oído. Centros comerciale­s, salas de espera, peluquería­s, aviones de Iberia que aterrizan con música española… se rinden a unas fórmulas musicales que balancean y modulan el ánimo. Pueden llegar a taladrarte los oídos, o devolverte un recuerdo que ni sabías que conservaba­s. Bach y Satie ejercen de gran acompañami­ento en el tiempo de la enfermedad, y sus poderes balsámicos se utilizan en el tratamient­o del alzheimer o contra los rigores de la quimiotera­pia. musical es un atractivo comparable a la propia ropa.

El hilo musical se ha transforma­do hoy en “diseño de música de fondo”, y el actor más grande de esta industria, Mood Media, suministra música a 560.000 comercios en todo el mundo, de Sainsbury’s a KFC. Su trabajo consiste en crear identidade­s musicales diferencia­doras y cohesivas en forma de playlists. Hoteles boutique que reciben al huésped con bossa nova susurrada, voces femeninas haciendo de los Doors o Nirvana en concept

restaurant­es que acompañan un plato con sones exóticos de world music… “Me sorprender­ía que alguien escogiese un Renault en lugar de un Volkswagen sólo porque le pongan música francesa en el concesiona­rio”, le leo al profesor Adrian North, que lleva dos décadas estudiando este terreno. Los mecanismos que activan la emoción y la memoria son más complejos y sutiles. Por ello, si cuando tomamos una decisión de compra suena aquella melodía con la que un día el placer se instaló en nuestro paisaje, el golpe de serendipia nos hará sentir doblemente dichosos, colmados por el higiénico sentimient­o del acierto.

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