El enigma de la mariposa
Claves de ‘Madama Butterfly’, la icónica ópera de Puccini, ahora en el Liceu
Una ópera icónica, un relato desgarrador, una partitura sublime... Así empieza el año el Liceu: con su elegante producción de Madama Butterfly. Es uno de los diez títulos más populares de la historia de la ópera, de los más exigentes para una soprano, de los que más lágrimas hacen derramar. Pero, ¿cuáles son las claves para comprenderla mejor? Giacomo Puccini, el maestro del melodrama musical, que no escribió tantas óperas, abordaba aquí otra historia de heroínas, la de CioCio San, la quinceañera japonesa que es literalmente adquirida como esposa por un teniente estadounidense, en el Nagasaki de la época colonial. Acaso la injusticia machista más flagrante –y la historia de la ópera está poblada de ellas– que se sigue representando. El teniente Pinkerton se divierte por unos meses con su esposa/juguete, obviando sus sentimientos y abandonándola con un hijo. Al que años después regresará a buscar, ya casado con verdadera y muy estadounidense esposa formal. Desesperada, rota, vacía... Cio-Cio San se despedirá de su hijo en un emotivo y doloroso soliloquio, antes de suicidarse. “Comparada con otros personajes puccinianos, Buttefly es muy emocional, muy sensible. Requiere colores muy distintos para poder expresar la fragilidad, el dramatismo, la infancia, la tristeza, la alegría, la esperanza que vive ella, un personaje frágil y fuerte a la vez”. Así describe a la heroína de Puccini la reconocida soprano Lianna Haroutounian, protagonista de la producción del Liceu. “Butterfly –prosigue– es madura, profunda, pero a la vez muy ingenua y pura. Y todo eso hay que expresarlo a través de la voz. Es complicado. La música es muy emotiva, arrastra, embriaga y hace que sea difícil concentrarse. El personaje requiere mucha generosidad, sensibilidad y sinceridad para poder vivirla cada día y mantener la voz fresca y sin fatiga. Es un desafío, cada vez revivo la misma historia y eso me permite cantar con total honestidad. Y el papel es más largo que el de Tosca, Liú o Mimì”. Además, añade el director musical, Giampaolo Bisanti, “está toda la ópera cantando, Puccini la convierte en el sol alrededor del cual gira todo lo demás. No tiene las dificultades de una Desdémona, pero requiere del apoyo del resto, porque presenta sentimientos muy profundos”. Pinkerton es el culpable absoluto del drama. No es un personaje del que enamorarse. “Por muy bien que cantes, siempre irrita al público –asegura el tenor Rame Lahaj, que actúa en el segundo reparto–. En una producción anterior debía desnudar a Cio-Cio San, una joven de 15 años, la edad que tenían entonces mis sobrinas. Es muy difícil empatizar”. “Es agrio, sí, y es duro meterse –conviene Jorge de León, del primer
Madama Butterfly, pura, ingenua, espera el regreso de su amado Pinkerton, que sólo volverá para llevarse al hijo de ambos
reparto–. Te encuentras con una realidad actual en la que hablamos de pederastia y turismo sexual, y genera sensibilidad, incluso para los intérpretes. Pero la historia está escrita y alguien tiene que dar las malas noticias. Hay que buscar nutrirse y entender por qué Puccini escribe esa historia, qué hay de subliminal en su música y en las palabras. ‘Y pensar que este juguete es mi mujer’, dice el personaje. Hay palabras que erizan la piel”. “Puccini usa unos leitmotiv que se repiten, con una excepción en la última parte. E igual que los últimos acordes de Tristan han motivado muchas teorías, creo que Puccini utiliza su último acorde para casti-