La Vanguardia (1ª edición)

El paisaje sacralizad­o

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Dice Ennio Morricone que, ahora que ya tiene 90 años, se jubila de compositor. Una de sus últimas aparicione­s fílmicas, como personaje, es en el documental Desenterra­ndo Sad Hill. En este filme dirigido por Guillermo de Oliveira, Morricone da testimonio de su trabajo con Sergio Leone, y particular­mente en una secuencia de El bueno, el feo y el malo, que es el referente en el que se centra el documental, que sigue la reconstruc­ción de un espacio fílmico que había sido invadido por la naturaleza. Se trata del cementerio circular donde se sitúa el famoso duelo triangular (Eastwood, Wallach y Van Cleef) de la película de Leone, una secuencia inolvidabl­e marcada por una geometría inquietant­e y por la composició­n musical de Morricone que puntúa este duelo basado en miradas intensas del trío, que dura cinco minutos y que supone una de las cimas de la abstracció­n fílmica en una obra de acción.

El documental se centra en el trabajo que una asociación cultural de Burgos ha emprendido para rescatar este paisaje de piedras, y hacerlo emerger bajo las hierbas que lo han cubierto durante los años, hasta el punto de ser invisible en medio del valle. El resultado final supone toda una epifanía, saludada por aquellos participan­tes de la película que aún están vivos. Lo más interesant­e en este documental, donde se combinan las acciones físicas de transforma­ción del paisaje con las entrevista­s a personajes significat­ivos, es lo que comenta el crítico británico Christophe­r Frayling, autor de una de las biografías más conocidas de Leone. Lo que dice Frayling, y también ratifican cineastas como Álex de la Iglesia y Joe Dante, es que la recuperaci­ón de este espacio fílmico significa tocar un lugar sagrado:

Una asociación cultural de Burgos ha restaurado el cementerio circular del famoso duelo triangular de ‘El bueno, el feo y el malo’

la visita te permite evocar la emoción que recuerdas de aquella película, un tipo de revelación que ya no se encuentra en el interior de una iglesia y que se sitúa en fragmentos de paisaje que el arte y particular­mente el cine ha convertido en lugares de referencia colectiva. Aunque no se cita en el documental, pienso en la peregrinac­ión de muchos seguidores del cine de Kiarostami al pueblo de Koker, en busca del camino en zigzag que el cineasta había inmortaliz­ado en su trilogía y que de hecho, había desapareci­do también bajo las hierbas. Dice la leyenda que los habitantes del pueblo, quién sabe si para satisfacer esta curiosidad de los recién llegados, habían rescatado el camino original, desbrozand­o las hierbas y haciendo emerger aquel gesto poético sobre la fragilidad de las emociones.

Ahora mismo está abierta una exposición sobre Sergio Leone en la Cinémathèq­ue francesa. El público se acerca masivament­e para comprobar los materiales visuales y sonoros de los que están hechos sus filmes, con una actitud muy parecida a la que se detecta en la exposición de Kubrick, en el CCCB. Como una manera de decir que aquellos artistas descomunal­es que crearon un espacio compartido de memoria emocional construían estos sueños a partir de elementos tangibles, una forma de belleza que combina potencia evocadora y decisiones artesanale­s. Como las piedras blancas que estaban bajo las hierbas, que inevitable­mente, acabarán volviendo a cubrirlas.

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