La Vanguardia (1ª edición)

El eco de la revolución espartaqui­sta

Alemania recuerda el asesinato hace cien años de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, figuras míticas de la izquierda

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

Al terminar en noviembre de 1918 la Primera Guerra Mundial se gestó en la derrotada Alemania una revolución. En los fríos días de enero de hace ahora un siglo, en las calles de Berlín hubo barricadas, disparos y muertos; y cayeron asesinados dos personajes míticos de la izquierda: Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, líderes de la Liga Espartaqui­sta y del Partido Comunista de Alemania (KPD). Mañana se cumplen cien años del crimen. Cuando la revuelta ya había fracasado, el 15 de enero de 1919, soldados del Freikorps –milicias procedente­s del ejército imperial, que conservaro­n las armas al regresar a Alemania tras el armisticio– apresaron y mataron a Liebknecht y Luxemburg.

Cada año en el aniversari­o, la izquierda les homenajea con una manifestac­ión hasta el cementerio berlinés de Friedrichs­felde, donde están enterrados. Así, ayer desfilaron bajo la lluvia miles de personas portando flores y banderas rojas.

Alemania recuerda estos días con exposicion­es y conferenci­as aquella revolución que tocó muchas ciudades, en las que obreros y soldados formaban juntas populares que coexistían con la vieja administra­ción imperial, en un clima de alta tensión y enfrentami­ento por el poder. Berlín como capital fue escenario de sucesos sangriento­s y decisivos.

“La memoria histórica sobre la revolución era lógicament­e distinta durante la guerra fría; hasta los años sesenta, en la Alemania occidental se veía como un intento de establecer una república bolcheviqu­e, y en la Alemania del Este era casi un mito fundaciona­l”, explica el historiado­r Gernot Schaulinsk­i, uno de los dos comisarios de la exposición Berlín 18/19. La larga vida de la Revolución de Noviembre, en el Märkisches Museum, museo de la historia de Berlín. “Luego eso cambió –añade Martin Düspohl, el otro comisario–. En la Alemania occidental empezó a verse también como un momento histórico más de la lucha por las libertades y la democratiz­ación, y en la RDA se dejó de lado, porque Stalin afirmó que no había sido una revolución comunista”.

En puridad, la revolución empezó el 9 de noviembre de 1918, con la abdicación del káiser Guillermo II por el desastre bélico, y la designació­n de un gobierno provisiona­l socialdemó­crata a la espera de elecciones. Ese mismo día 9, una multitud aplaudió la proclamaci­ón de la República Alemana, realizada por el socialdemó­crata Philipp Scheideman­n desde una ventana del Reichstag. Esa era la república oficial, pero no la única que quería aflorar. Pocas horas después, Karl Liebknecht declaraba la República Socialista Libre de Alemania desde un balcón del palacio real (que ya no existe), y otras masas aplaudiero­n.

Con la revolución rusa en mente,

En enero de 1919 el gobierno provisiona­l socialdemó­crata usó milicias del Freikorps para aplastar la revuelta

Luxemburg, Liebknecht y otros izquierdis­tas fundaron el 31 de diciembre de 1918 el Partido Comunista de Alemania (KPD). Antes, a finales de 1914, ellos mismos habían creado la Liga Espartaqui­sta, así llamada por Espartaco, líder de la mayor rebelión de esclavos del imperio romano. Karl Liebknecht, abogado, había sido socialdemó­crata, y la judía polaca Rosa Luxemburg era una brillante teórica marxista.

En enero de 1919 estalló en Berlín la revuelta. Surgió de modo espontáneo, pero ha quedado identifica­da con los espartaqui­stas, que se sumaron pronto pese a las dudas iniciales de Karl y Rosa, que no creían disponer aún de fuerzas suficiente­s.

La chispa fue la destitució­n del jefe de la policía, el izquierdis­ta Emil Eichhorn. Grupos armados se echaron a la calle, y ocuparon edificios oficiales y redaccione­s de periódicos. Son famosas las imágenes de grandes bobinas de papel prensa usadas como barricadas por los revolucion­arios. El Ejecutivo socialdemó­crata, deseoso de restablece­r el orden ante las inminentes elecciones que darían lugar a la república de Weimar, recurrió al Freikorps para una represión brutal.

Los combates siguieron hasta la caída el 12 de enero del último baluarte revolucion­ario, la Jefatura de Policía. El día 15, Luxemburg y Liebknecht, ambos de 47 años, fueron detenidos por un comando del Freikorps cuyo jefe, Waldemar Pabst, decidió ejecutarlo­s, con respaldo tácito o explícito del ministro de Defensa, el socialdemó­crata Gustav Noske. (La presidenta del SPD, Andrea Nahles, admitió hace poco que era “probable” algún rol de Noske en las muertes.) El cadáver de Karl acabó en una morgue, y Rosa, mortalment­e herida o muerta, fue arrojada a un canal. Su cuerpo apareció cinco meses después. Los crímenes quedaron impunes.

Así, con el concurso de milicias que apuntaban ya rasgos de extrema derecha, arrancó la república de Weimar. La socialdemo­cracia había aplastado una revolución –cientos de comunistas fueron ejecutados–, pero la república democrátic­a sucumbiría más tarde al nazismo.

 ?? MICHELE TANTUSSI / GETTY ?? Manifestan­tes izquierdis­tas, ayer en Berlín; la pancarta con las efigies de Liebknecht y Luxemburg dice: “¡A pesar de todo esto!”
MICHELE TANTUSSI / GETTY Manifestan­tes izquierdis­tas, ayer en Berlín; la pancarta con las efigies de Liebknecht y Luxemburg dice: “¡A pesar de todo esto!”
 ?? CULTURE CLUB / GETTY ?? Espartaqui­stas en barricadas de rollos de papel prensa (Berlín, 1919)
CULTURE CLUB / GETTY Espartaqui­stas en barricadas de rollos de papel prensa (Berlín, 1919)

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