La Vanguardia (1ª edición)

Tres perros y un cadáver

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En menos de un mes los medios hemos hablado de la pareja y con sus nombres, a falta de apellidos. Fueron “ejecutados” –al decir del Pacma– por la policía en Barcelona y Calafell y se llamaban Sota y Shaitán. El partido ha emprendido manifestac­iones y campañas en las redes –diría que exitosas– para exigir justicia.

Yo, en cambio, me conformarí­a con enterarme del nombre de la persona por quién me gustaría tener un recuerdo, sin llegar a exigir “justicia” no sea que la emprendan conmigo y me tachen de abusador, machista, violador o gilipollas.

Los periodista­s reflejamos la sociedad pero hoy me avergüenzo del oficio porque una cosa es que la sociedad haga cosas estrambóti­cas y otra que seamos tan insensible­s a un drama humano. En resumen: no hemos difundido ni siquiera sus iniciales.

A falta de identidad, los datos. Un anciano de 81 años, enfermo de Alzheimer, paseaba la tarde del sábado 5 de enero por el camino de Villaverde a Vallecas. No creo que pensase en lo que le iban a traer los Reyes, cuya festividad

¿Imaginan el éxito –escaso– de una campaña en favor del octogenari­o senil al que despedazar­on tres perros?

pasaría en la UCI de La Paz de Madrid, donde confío que le procurasen una agonía sin dolor ya que tardó en morir (noche del 7 de enero). Tres perros rottweiler­s, sin chip ni cadena –seguro que nunca pasa–, le atacaron con una ferocidad extrema que le dejó sin los dos brazos y con algo –tampoco mucho– de las dos piernas. Así se desprende del parte médico.

No nos hemos molestado en saber nada del muerto y así no hay quién pueda pedir justicia ni unos me gusta o un padrenuest­ro en las redes.

¿Se imaginan el éxito –escaso– de una campaña piadosa en las redes por un hombre senil de 81 años al que tres perros salvajes despedazar­on mientras andaba a eso de las cinco de la tarde por los polígonos poco glamurosos de Villaverde a Vallecas?

Lo conmovedor –¡y noticiable!– es que sendos policías de Barcelona y Calafell hayan “ejecutado” a dos perros que les atacaban –la bondadosa y fiel Sota, denunciada con anteriorid­ad, en agosto, por morder a un ciudadano al que el dueño de la perra había agredido– y el rottweiler Shaitán, “ejecutado” en Calafell cuando se disponía a atacar a un policía requerido por la denuncia de que el animal paseaba a sus aires por una urbanizaci­ón.

Como es sabido, los municipale­s de Barcelona y Calafell se distinguen por ir disparando sin ton ni son por las calles y hay que desmentir sus versiones aunque nadie haya aportado una sola prueba contraria. ¡Justicia! Entre la maldad o falta de preparació­n de todo policía y la bondad intrínseca de un perro, no hay duda, sugiere el Pacma. Y los ayuntamien­tos corren a justificar­se: el animalismo intimida.

Por cierto, ¿por qué hay perros con nombre, epitafios y odas y otros –los de Villaverde– cuyos nombres todos ocultan? Puestos a humanizar/beatificar a los perros...

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