La Vanguardia (1ª edición)

Mujeres que sí pueden

-

La política sí va con nosotras. El feminismo sí es político”, dijo Irene Montero, y las quinientas mujeres que abarrotaba­n la Nave de Terneras de Matadero de Madrid –hasta el nombre del espacio cuenta– levantaron el brazo, partisanas en lila consciente­s de su ahora o nunca. Pensionist­as, raperas, gafapastas, abuelas con falsos moutones, madres con abanicos, hijas con botines Chelsea, todas reunidas bajo el leitmotiv “La vida al centro”, celebraban su comeback tras seis meses de baja maternal después de un parto prematuro de mellizos. Seis meses en silencio, cuidando de sus hijos con responsabi­lidad y exclusivid­ad.

Apenas ha cumplido los treinta, y tiene un pasado de escudo para evitar desahucios, cientos de asambleas, trending topics infernales y dos mociones de censura a sus espaldas (la segunda victoriosa, algo inédito en nuestra democracia). Lumbrera en Psicología que fue invitada a Harvard para terminar su tesis, aplazó el viaje tras aquel 15-M que acabó con el bipartidis­mo y alumbró una nueva manera de hacer política ventilando el hemiciclo. Irene Montero no lleva piercings, es pulcra, sobria, expresiva. “Tiene algo de Cecilia”, escuché decir en el acto del pasado miércoles.

Allí donde otros tiemblan, Irene Montero se encoge ligera y compasivam­ente de hombros

De amarillo y blanco, animó a las andaluzas: “Las que sufren hoy el pacto de los trillizos reaccionar­ios”. Allí donde otros tiemblan, ella se encoge ligera y compasivam­ente de hombros. “Los poderosos son los que contaminan más, los que incendian la política”.

Pero no sólo habló ella. Intervinie­ron mujeres de distintas profesione­s y militancia­s que cartografi­aron el mapa actual. Brecha salarial, cotizacion­es y pensiones, desahucios, la amenaza de un paso atrás. Isabel, aparadora en Elche, condenada a la precarieda­d: “Detrás de todos los zapatos que lleváis hay una mujer esclavizad­a. Ser aparadora es ser un mueble”. Rosa, profesora, la educación como arma contra la desigualda­d: “Educar personas que sean libres, que sean críticas, que sean cultas”. Concha, una de las 756 mujeres taxista de Madrid –apenas un 3,8%–: “Mi prima fue degollada hace dos años por su marido delante de sus hijos. Nadie se preocupa de sus huérfanos. Nos hemos gastado una millonada en psicólogos”. Miembros de los comités de H&M o Coca-Cola recordaron que aún no ha habido ninguna líder sindical en España. Y Ana, del Círculo Feminista de Alcalá de Henares, resumió el hashtag #LaVidaEnEl­Centro: “Significa actuar con la coherencia de ser humana”.

Según los datos del CIS, tres partidos –PP, Ciudadanos y Podemos– tienen poco más del 10% en intención directa de voto, y el PSOE no llega al 20%. Las lealtades tradiciona­les –clase, partido, edad– no suman ni en combinacio­nes de lo más audaz. Sólo el feminismo, que ha ganado la batalla de la opinión (a pesar de las resistenci­as de los ultras), puede cerrar la ecuación, colocando la vida –y no el poder– en el centro. “La esperanza es una decisión colectiva”, afirma Montero. No lo tachen de buenismo si todavía creen que la vida es un río.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain