La Vanguardia (1ª edición)

El libro y la vida

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El pasado mes de diciembre se celebró en Barcelona la 33.ª Nit de l’Edició del Gremi d’Editors de Catalunya. La ocasión sirvió para reconocer el buen hacer de las personas y entidades galardonad­as y, en el caso de Herder Editorial, su ininterrum­pida tarea editorial en Barcelona a lo largo de 75 años. El acto, sin embargo, no sólo certificó esos merecidos reconocimi­entos. También sirvió para recordar el imprescind­ible papel que tiene la cultura en la vida de las sociedades.

No es algo inaudito, ciertament­e. De la compleja relación entre sociedad y cultura hace siglos que se habla, y hasta podría decirse que desde que la cultura es cultura está

M. SEGURÓ, en crisis. No como el eterno retorno de un monótono lamento, sino precisamen­te como el síntoma de una saludable vitalidad. Porque el día que desde los diferentes organismos, entidades y personas dedicados a la generación y difusión de productos culturales se anuncie que al fin el gran momento ha llegado, que la cultura está en su pleno apogeo, ese día ya no será más cultura. Dedicarse a labrar y difundir cultura es abrirse a explorar las experienci­as, reales y potenciale­s, de la vida y las sociedades, y esa tarea es por definición inagotable.

Dicho esto, que la conciencia cultural esté en perpetua crisis existencia­l no significa que no tenga motivos contextual­es para reclamar más y mejor trato. Porque sin duda los tiene. Y sobre todo el sector del libro. Queda bonito decir que la vida es narración, relato biográfico, una historia que se cruza con otras historias y que se escribe y reescribe constantem­ente, individual y colectivam­ente, pero hace años que el sector editorial arrastra un malestar que va camino de convertirs­e en crónico. Y eso también para la marca Barcelona, una de las capitales de la edición en Europa, es un problema.

Las vicisitude­s son muchas: quizás la gran oferta de libros, o la competenci­a audiovisua­l, o la piratería... Pero como en todos las aspectos de la vida también aquí entramos nosotros y nuestra jerarquía de prioridade­s, que es determinan­te. Algo que depende, en esencia, de la idea de vida que tengamos y queramos transmitir. Y si el inconvenie­nte fuera la falta de tiempo, eso tiene remedio. Siempre puede pedirse, como Lena Dunham, un octavo día a la semana para poder leer. No todo está escrito.

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