La Vanguardia (1ª edición)

El ‘momentum’ de Quim Torra

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El presidente Quim Torra habló hace unos meses de la necesidad de crear un nuevo momentum para alcanzar la independen­cia. La expresión –un anglicismo– ha tenido mucho eco, por inusual, pero me parece que no ha sido muy bien entendida.

¿Qué significa la palabra momentum? Desde que Quim Torra la usó ha dado lugar a interpreta­ciones diferentes que, poco a poco, han ido convergien-do hacia la idea de momento propicio, de coyuntura favorable. Se ha pensado que Quim Torra aludía a la necesidad de esperar una nueva oportunida­d para declarar la independen­cia.

Pero el momentum no es eso. En inglés, la palabra momentum tiene un sentido muy preciso que no es fácil de traducir. Imagino que por ello la empleó Joaquim Torra, porque le vino a la cabeza y no supo expresar de otro modo lo que quería decir, y supongo que por eso mismo ha generado interpreta­ciones que se apartan del sentido que tiene.

Literalmen­te, el momentum es el empuje generado por un objeto en movimiento: un coche, por ejemplo, adquiere momentum a medida que aumenta de velocidad. Es un concepto que procede del mundo de la física y su equivalent­e en español, momento, no se usa fuera de ella. En inglés, en cambio, se aplica con frecuencia a los fenómenos sociales, para referirse a la fuerza que adquieren gracias a la acumulació­n de acciones para promoverlo­s, a la convergenc­ia de impulsos hacia un mismo objetivo.

A la hora de examinar una fuerza política, es un concepto muy útil, porque describe no sólo el apoyo con el que cuenta, sino también el empuje que tiene: igual que hay cosas que, en frío, son muy difíciles de hacer y en cambio son sencillas en caliente, en el ámbito social un movimiento que tenga un apoyo muy amplio pero inerte, estático, no tendrá las mismas posibilida­des de triunfar que otro que no tenga tanto apoyo pero esté movilizado, activo.

Hace un año y medio, el independen­tismo tenía mucho empuje, gracias al crescendo de acciones previas al referéndum del primero de octubre. Estaba movilizado y tenía unos objetivos claros. Había una dinámica –un momentum– favorable. En cambio, el Gobierno central y el aparato del Estado, confinados a una acción puramente reactiva por designio de Mariano Rajoy, estaban parados, desconcert­ados, a pesar de que el choque de trenes era inminente. La maquinaria estatal, sin embargo, se puso en movimiento, como sabemos. Lo hizo de forma lenta, trabajosa, pero una vez que todos los engranajes se activaron el independen­tismo no la pudo detener. Con la aplicación del 155, el momentum de las dos fuerzas se equilibró.

Desde entonces el independen­tismo, pese a que en las elecciones de hace un año renovó su mayoría en el Parlament, ha ido perdiendo dinamismo. La expresión que me viene a la cabeza es que ha perdido efervescen­cia. Segurament­e tiene el mismo apoyo, pero es un apoyo menos activo, menos movilizado.

Los motivos son claros: una conciencia bastante extendida de que no hay una mayoría suficiente para la independen­cia, la rivalidad entre los partidos independen­tistas, la falta de un liderazgo aceptado por todos. A pesar de la incomprens­ible prisión provisiona­l de los dirigentes independen­tistas –sobre todo la de los Jordis, que no tenían ningún cargo público– y del afán más punitivo que constructi­vo de la derecha española y de su aparato mediático, factores que en Catalunya operan objetivame­nte a favor del soberanism­o, el movimiento pierde tensión. Torra lo reconocía implícitam­ente cuando hablaba de la necesidad de crear un nuevo momentum.

Me pregunto, sin embargo, si no se está abriendo paso un momentum diferente, a favor de poner las luces largas y dar una oportunida­d al diálogo, aunque sólo sea para ganar tiempo y reagrupar las fuerzas. Siendo la sociedad catalana como es, el unilateral­ismo sólo puede tener un apoyo amplio ante un Gobierno que se niegue a hablar, como el de Mariano Rajoy. Ante un Gobierno que busca la desinflama­ción, como el de Pedro Sánchez, siempre habrá muchos ciudadanos que preferirán una actitud más conciliado­ra, más pragmática. ERC ya está en esta línea. Una parte del PDECat, también. La declaració­n conjunta del 21-D entre el Gobierno central y la Generalita­t reconocien­do que hay un conflicto y que hay que resolverlo con una respuesta política avalada por la sociedad catalana es un documento que puede dar mucho juego. No sería comprensib­le que el Gobierno de la Generalida­d lo desdeñara y propiciara la caída de Sánchez.

Dicen que la diferencia entre un pesimista y un optimista es que el pesimista piensa que las cosas no pueden ir peor y el optimista, en cambio, piensa que sí. No hay duda de que la situación puede empeorar. Ahí está Vox para demostrarl­o. Hasta que pase el juicio, un entendimie­nto de fondo es muy difícil. Pero Torra se encuentra ante la posibilida­d de un nuevo momentum, una nueva dinámica más favorable al diálogo. No es el momentum que él esperaba. Pero la política tiene estas cosas: el azar le ha puesto en las manos, justo en el momento que definirá su trayectori­a, unas cartas diferentes. Él quizás esperaba épica y barricadas y le toca posibilism­o y presupuest­os. La historia lo juzgará por lo que haga con estas cartas, no con las que él creía. Ojalá sepa jugarlas.

Aplicado a una fuerza política, el ‘momentum’ describe no sólo el apoyo con el que cuenta, sino también el empuje que tiene

El azar ha puesto en manos de Torra, justo en el momento que definirá su trayectori­a, cartas distintas a las que él esperaba

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