La Vanguardia (1ª edición)

Correos cada vez reparte más paquetes del comercio electrónic­o, de manera que algunos certificad­os llegan fuera de plazo

-

No me consta que nunca nadie haya grabado en catalán una de las canciones más famosas que Manuel Alejandro escribió para Raphael: “A veces llegan cartas”. Aquella que completaba el título con un segundo verso tal que “con olor a espinas que no son románticas”. En todo caso, sería una banda sonora ideal para el día de hoy, última jornada de trabajo del refuerzo de carteros que Correos ha contratado temporalme­nte para las fiestas navideñas. Mañana vuelven al paro una serie de carteros ocasionale­s de los que no llamaban dos veces, por más que sus compañeros más veteranos se esforzasen a transmitir­les una cierta noción de oficio. Repartir el correo postal es un oficio mutante. Durante años, en la zona de Horta donde vivo venía a repartir el correo Isidre, un cartero nacido en Santa Coloma de Gramenet que tenía (y tiene) el vicio de leer. Como a menudo me traía paquetes con libros, hablábamos de ellos. Un día se me ocurrió ofrecerle alguno de los volúmenes que, periódicam­ente, tienen que salir de casa para que puedan entrar otros. Durante años, cada semana se llevaba algunos. Al principio, para mero consumo propio, y pronto para irlos repartiend­o entre compañeros de estafeta y gente del barrio. Así es como empecé a conocer circunstan­cias particular­es de vecinos desconocid­os: la yaya amante de la novela policiaca, el encofrador que cuando se rompió la pierna leía narrativa histórica, el vecino de la otra calle que es un reputado coleccioni­sta de puntos de libro... El tráfico de libros cesó cuando cambiaron a Isidre de zona, aunque de vez en cuando aún me visita. Recuerdo que cuando llegaba la época navideña iba de cráneo con los bultos que algunos enviaban a sus familiares desplazado­s.

Ahora es distinto. Correos cada vez reparte menos cartas y más paquetes estándar de comercio electrónic­o. Entre Amazon y las empresas asiáticas sepultan las estafetas con paquetes de todo tipo, de modo que, cuando llegan estas fechas críticas, por más personal de refuerzo que contraten, acaban priorizand­o la paquetería y las cartas quedan arrinconad­as. Las personales ya no abundan, menos aún las manuscrita­s, pero el sistema postal se nutre de una montaña de ejemplares de la literatura burocrátic­a: citaciones, sanciones, ayudas y papeleo certificad­o diverso que, estas semanas de furor navideño, han quedado en segundo plano. Algunos, incluso fuera de plazo. Correos ha entrado de lleno en la fase 3D de su historia. No es lo mismo repartir sobres casi de dos dimensione­s que hacer de recadero de productos empaquetad­os en el Este asiático. En el vestíbulo del supermerca­do ahora donde estuvieron, primero el cine Dante y luego las multisalas Lauren Horta, han puesto uno de esos armarios electrónic­os de correos donde la gente va a buscar los paquetes que no le llegan a casa. Estoy tentado de abrirlo un día con una palanca para ver si algún cartero sale del armario.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain