La Vanguardia (1ª edición)

Un paso peligroso y apetecido

El historiado­r Hernández Sánchez publica ‘La frontera salvaje’, relato convulso del paso de los Pirineos en los 40 y 50

- BLAI FELIP PALAU Corrupción policial. Que cunda el delito.

Entre los 40 y 50, la frontera de los Pirineos es un territorio peligroso. Por allí cruzan maquis republican­os que hostigan a las tropas franquista­s y policías y militares franquista­s que contraatac­an para dar caza y/o espiar a los republican­os españoles. Los nazis la traspasan para huir del fin de la Segunda Guerra Mundial e instalarse en la “amiga” España, y también lo hacen, al revés, los filonazis que retornan a suspaísesd­eorigen,conlasamni­stías. Por ella huyen los republican­os que escapan de la persecució­n política o de la miseria... Pero la frontera también es un destino apetecido. Es una zona descontrol­ada donde reina el contraband­o de dinero, joyas, oro, visados y objetos valiosos (como neumáticos), actividad que controlan algunos uno de los agentes más conocidos de la comisaría de Vía Laietana, en Barcelona; un especialis­ta en perseguido­r de comunistas y anarquista­s. Este señor, calificado en los archivos de la informació­n francesa como colaborado­r de la Gestapo de Perpiñán, se convierte, a partir del 48-49, en monsieur Polo, un agente al que se invita, y del que se dice que carece de ideología y que está más próximo a un policía profesiona­l, casi como si fuese de Scotland Yard. De hecho, Polo Borreguero va a pasar a Francia con el esquema básico de lo que va a ser la operación Bolero-Paprika, de ilegalizac­ión del PCE en Francia: detalla dónde tienen sus bases, cuáles son sus dirigentes, cuál es su estructura organizati­va... facilita todo lo que la policía francesa necesita para practicar el golpe en septiembre de 1950”.

Las páginas de Lafrontera­salvaje…rebosandee­pisodios jugosos, como los referidos al lucro policial: “La frontera es un sitio realmente inseguro y la policía parece quepreferi­ríaplazasm­ásestables.Pero no. Es un sitio codiciado porque, precisamen­te,permitíael­tráfico,fundamenta­lmente a través de cobrar el peaje a las redes de contraband­istas que operaban en la zona. Controlaba el tráfico de, por ejemplo, neumáticos; le cobrabas el peaje a los fugitivos que intentaban pasar a los judíos y luego a todos aquellos que traían algo en sus bolsillos y que pasaban a España. O los visados, cuando en los años 47 y 48 se producen las amnistías en algunos países; si una tasa podía valer, imaginemos, 5 pesetas de la época, se podía cotizar a varios miles”.

El salario era escaso. “El sueldo de los funcionari­os de policía, incluidos inspectore­s y comisarios, era magro. La mayor parte de sus ingresos provenía de la recompensa, que la utilizaban como estímulo. Yo he estimado que en algunos casos entre el 45% y 60% de los ingresos de estos agentes provenía de las recompensa­s. Cada caída, cada detención, de mayor o menor importanci­a, llevaba aparejada una recompensa económica. De tal formaquesu­sexpedient­essoncasiu­n catálogo de recompensa­s. No ya las medallas o cruces pensionada­s. No, no, no, la recompensa económica cobrada en sobre. Y aun así, algunos tenían pluriemple­os: en la fiscalía de tasas o tenían taxis o les adjudicaba­n estancos...”.

Así, se crea un círculo poco virtuoso en el ejercicio policial: “No es una policía civil que pretende evitar el delito. Ellos intentaban que hubiera delito, cuanto más mejor –analiza Hernández Sánchez– porque vivían de ello. En Madrid, en los años 45 y 50, de la Brigada Político y Social, la de Roberto Conesa y su gente, se cuenta que nunca culminaban una operación. Siempre dejaban algún hilo suelto, porque sabían que ese al que dejaban suelto intentaría reconstrui­r de nuevo la organizaci­ón, por lo cual ya le tenían controlado, y una vez había creado un entorno, volvían a golpear otra vez. Y cada vez que golpeaban, recompensa... y en esta segunda operación volvían a dejar a alguno suelto, para mantener continuame­nte una red para seguir golpeando y para conseguir méritos y ascender progresiva­mente y percibir las correspond­ientes retribucio­nes”.

Lo de los sobres viene de antiguo.

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ÀLEX GARCIA Fernando Hernández Suárez, en Barcelona

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