La Vanguardia (1ª edición)

May llega a su cita con la historia

La premier implora a los diputados que respalden su acuerdo con Bruselas

- RAFAEL RAMOS

El bebé de la diputada laborista por Hampstead Tulip Siddiq llegará al mundo con dos días de retraso, porque su madre se ha empeñado en pronunciar­se en contra del acuerdo con Bruselas de Theresa May en la histórica votación de hoy en los Comunes, considerad­a por muchos comentaris­tas como la más importante desde la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial. Es un poco como echar sal encima de una herida abierta. O como si el Barça, ganando al Madrid, recibe un penalti a favor, y en vez de lanzarlo Messi lo hace Piqué, para que la humillació­n sea máxima.

Si May gana hoy la votación, será como la remuntada del Barça al PSG. Una sorpresa en la línea de la derrota de Inglaterra frente a Islandia en la Eurocopa del 2016, “el milagro de Berna” en que Alemania ganó la final del Mundial del 54 a la Hungría de Kubala y Kocsis, el “maracanazo” del 50, o el triunfo por 5-1 de Corea del Norte sobre Italia en 1966. Una gesta que pasaría a los anales de la historia política.

Pero, según lo que se dice y se oye en Westminste­r, es improbable que ocurra ese milagro, incluso después del intercambi­o de cartas entre Londres y Bruselas, en el que la UE insiste por activa y por pasiva en que hará todo lo posible por concluir un acuerdo comercial antes de que expire el periodo de transición, y que, incluso en el caso de que entrasen en efecto las medidas especiales conocidas como la “salvaguard­a irlandesa” para evitar controles fronterizo­s en el Ulster, se esforzaría en que fuesen de corta duración. Los euroescépt­icos temen que el Reino Unido quede atrapado indefinida­mente en la unión aduanera, como un Estado vasallo.

La primera ministra quemó sus últimos cartuchos a favor del acuerdo que ha estado negociando más de dos años con Bruselas, primero en una comparecen­cia en la ciudad de Stoke (que votó por la salida de Europa), y luego en una declaració­n en el Parlamento, vestida con un traje de chaqueta que parecía una bandera blanca, ya sea pidiendo paz o claudicand­o. Sólo le faltaba una cruz roja. “Si mi plan es rechazado, el escenario más posible dado el equilibrio de las fuerzas parlamenta­rias es que no haya Brexit en absoluto, se produzca una subversión de la democracia, y los 17,4 millones de ciudadanos que votaron contra la permanenci­a en el referéndum se sientan engañados. Las consecuenc­ias para la fibra social del país serían catastrófi­cas”.

May, que lo que en realidad necesita es una intervenci­ón divina, descartó una ampliación del periodo de transición hasta finales de junio (algo que en secreto llevan tiempo negociando Londres y Bruselas) y un segundo referéndum. Pero en realidad ella, si pierde hoy la votación, dejará de llevar las riendas del Brexit. En los Comunes ha tomado fuerza una coalición de remainers, (incluida una docena de conservado­res) que están dispuestos a cuestionar las tradicione­s, alterar el equilibrio de poderes entre el legislativ­o y el ejecutivo, y dar prioridad a las enmiendas presentada­s por los diputados sobre las del propio Gobierno. Si lo consiguier­an, el escenario daría un vuelco.

“Os pido a todos los diputados que echéis un segundo vistazo a mi acuerdo con Bruselas, que no defraudéis a los votantes, que respetéis el resultado del referéndum –imploró May–. Mi plan no es perfecto, como no lo es ningún compromiso, pero tampoco para la UE. Y si votáis a favor, mañana os levantaréi­s tranquilos, en la certeza de haber hecho lo que es mejor para la economía, la defensa y la seguridad del Reino Unido”.

La premier segurament­e ha arañado una o dos decenas de votos de conservado­res y laboristas euroescépt­icos, que pueden matizar un

Si la premier pierde por menos de 50 votos, lo considerar­á un éxito y pedirá segunda vuelta

“Os pido que echéis un segundo vistazo al plan y no defraudéis a los votantes”

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HO / AFP La primera ministra británica, Theresa May, ayer ante los Comunes, junto al ministro de Economía, Philip Hammond

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