May llega a su cita con la historia
La premier implora a los diputados que respalden su acuerdo con Bruselas
El bebé de la diputada laborista por Hampstead Tulip Siddiq llegará al mundo con dos días de retraso, porque su madre se ha empeñado en pronunciarse en contra del acuerdo con Bruselas de Theresa May en la histórica votación de hoy en los Comunes, considerada por muchos comentaristas como la más importante desde la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial. Es un poco como echar sal encima de una herida abierta. O como si el Barça, ganando al Madrid, recibe un penalti a favor, y en vez de lanzarlo Messi lo hace Piqué, para que la humillación sea máxima.
Si May gana hoy la votación, será como la remuntada del Barça al PSG. Una sorpresa en la línea de la derrota de Inglaterra frente a Islandia en la Eurocopa del 2016, “el milagro de Berna” en que Alemania ganó la final del Mundial del 54 a la Hungría de Kubala y Kocsis, el “maracanazo” del 50, o el triunfo por 5-1 de Corea del Norte sobre Italia en 1966. Una gesta que pasaría a los anales de la historia política.
Pero, según lo que se dice y se oye en Westminster, es improbable que ocurra ese milagro, incluso después del intercambio de cartas entre Londres y Bruselas, en el que la UE insiste por activa y por pasiva en que hará todo lo posible por concluir un acuerdo comercial antes de que expire el periodo de transición, y que, incluso en el caso de que entrasen en efecto las medidas especiales conocidas como la “salvaguarda irlandesa” para evitar controles fronterizos en el Ulster, se esforzaría en que fuesen de corta duración. Los euroescépticos temen que el Reino Unido quede atrapado indefinidamente en la unión aduanera, como un Estado vasallo.
La primera ministra quemó sus últimos cartuchos a favor del acuerdo que ha estado negociando más de dos años con Bruselas, primero en una comparecencia en la ciudad de Stoke (que votó por la salida de Europa), y luego en una declaración en el Parlamento, vestida con un traje de chaqueta que parecía una bandera blanca, ya sea pidiendo paz o claudicando. Sólo le faltaba una cruz roja. “Si mi plan es rechazado, el escenario más posible dado el equilibrio de las fuerzas parlamentarias es que no haya Brexit en absoluto, se produzca una subversión de la democracia, y los 17,4 millones de ciudadanos que votaron contra la permanencia en el referéndum se sientan engañados. Las consecuencias para la fibra social del país serían catastróficas”.
May, que lo que en realidad necesita es una intervención divina, descartó una ampliación del periodo de transición hasta finales de junio (algo que en secreto llevan tiempo negociando Londres y Bruselas) y un segundo referéndum. Pero en realidad ella, si pierde hoy la votación, dejará de llevar las riendas del Brexit. En los Comunes ha tomado fuerza una coalición de remainers, (incluida una docena de conservadores) que están dispuestos a cuestionar las tradiciones, alterar el equilibrio de poderes entre el legislativo y el ejecutivo, y dar prioridad a las enmiendas presentadas por los diputados sobre las del propio Gobierno. Si lo consiguieran, el escenario daría un vuelco.
“Os pido a todos los diputados que echéis un segundo vistazo a mi acuerdo con Bruselas, que no defraudéis a los votantes, que respetéis el resultado del referéndum –imploró May–. Mi plan no es perfecto, como no lo es ningún compromiso, pero tampoco para la UE. Y si votáis a favor, mañana os levantaréis tranquilos, en la certeza de haber hecho lo que es mejor para la economía, la defensa y la seguridad del Reino Unido”.
La premier seguramente ha arañado una o dos decenas de votos de conservadores y laboristas euroescépticos, que pueden matizar un
Si la premier pierde por menos de 50 votos, lo considerará un éxito y pedirá segunda vuelta
“Os pido que echéis un segundo vistazo al plan y no defraudéis a los votantes”