Cartas de la UE para salvar el voto de May
Bruselas ofrece a la primera ministra británica una interpretación favorable del acuerdo de retirada, pero sin tocar ni una coma
poco el resultado. Pero Nigel Dodds, número dos del Partido Democrático Unionista del Ulster, no tardó en echar un jarro de agua helada sobre las “aclaraciones de Bruselas” diciendo que son “papel mojado”, y que su partido votará contra May. Por si fuera poco, uno de los encargados de mantener la disciplina de partido en el grupo parlamentario tory, Gareth Johnson, dimitió para sumarse personalmente a las filas de la oposición. Si la habitante del 10 de Downing Steet fuera masoquista se lo estaría pasando pipa, porque cada día da un nuevo sentido a la palabra humillación.
Antes de Navidad, se retiró en el último segundo antes de sufrir una derrota que prometía ser monumental, y hoy se enfrenta de nuevo a su destino. Esta vez no tendrá más remedio que tirarse a la piscina, a no ser que alguien la empuje antes, lo cual podría ocurrir en la forma de una enmienda del diputado laborista Hilary Benn, con apoyo generalizado, que pondría a los Comunes en contra tanto del plan de May como de una salida desordenada, matando dos pájaros de un tiro, y haciendo innecesaria una ulterior votación.
La líder tory lleva meses gritando que viene el lobo, para asustar a los partidarios de la permanencia con una salida a las bravas, y a los euroescépticos con el peligro de que no haya Brexit. Pero no parece que haya tenido mucho efecto. Sobre todo los segundos (como sugiere la columna de ayer de Boris Johnson en el Telegraph) prefieren jugarse el todo por el todo a un Brexit “puro”, y que sea lo que Dios quiera. Si pierden, podrían seguir dando guerra, mientras que si aceptan el plan de May, ahí se acaba su sueño.
Pintan bastos hoy para May, pero todo depende del volumen de la derrota. Por menos de veinte votos lo consideraría una victoria, y por unos cincuenta, un empate, con la posibilidad de pedir una segunda vuelta. Si es por más de 200, se evaporaría la poca autoridad que le queda.El bebé de Tulip Siddiq, por venir tarde al mundo, se perderá algunas cosas. Por ejemplo, no está claro que llegue a tiempo de ver la moción de censura que prepara el líder laborista, Jeremy Corbyn, una moción que tiene remotas posibilidades de ganar.
Si Theresa May esperaba que la Unión Europea sacara en el último minuto un conejo de la chistera del Brexit que evaporara las desconfianzas de los miembros de su propio partido, tendrá que añadir una nueva muesca en la lista de decepciones acumuladas en esta negociación. Bruselas ofreció lo que de forma realista puede ofrecer. Es decir, clarificaciones, precisiones, que ayuden a la primera ministra británica a conseguir lo que todos quieren, que su Parlamento apruebe el acuerdo, pero dejando también muy claro que no hay margen para cambio sustancial alguno. “No estamos en posición de acordar nada que cambie o sea inconsistente con el acuerdo de retirada”, dice la carta que mandaron a May el presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, y el de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
Un intento de Bruselas de echar una mano a May, explicitado en los cinco folios de esta misiva, pero que no aporta ninguna modificación ni añadido significativo al paquete que la primera ministra aceptó en su momento, pero que sus parlamentarios parecen dispuestos a rechazar. La carta pretende ayudar a May, pero que puede suponer poca munición para sus necesidades.
La baza principal que Tusk y Juncker ofrecen a May es la garantía de que el denominado backstop irlandés, es decir la solución de emergencia que supondría establecer una unión aduanera entre la UE y el Reino Unido, será “temporal” y se reemplazará “tan pronto como sea posible”. Muchos parlamentarios británicos ven esta fórmula como una trampa que puede condenar al Reino Unido a permanecer de por vida en una unión aduanera con la UE, incapacitándola para desarrollar acuerdos comerciales propios con terceros. Lo temen porque quedó establecido que para terminar la unión aduanera será necesario el acuerdo de las dos partes, no podrá decidirlo Londres por su cuenta, y en este punto se disparan todos sus miedos. Ya se ven saliendo de la UE para quedar atrapados en la unión aduanera. Para alejar estos temores, la UE asegura de manera solemne que esta solución es una alternativa de emergencia que espera que no se tenga que aplicar, y si fuera necesario hacerlo, la intención es que se haga durante el mínimo tiempo indispensable.
Son buenas palabras que Tusk y Juncker esperan que puedan ayudar a la primera ministra británica, pero quedan lejos de las aspiraciones de ésta, que pretendía fijar una fecha de duración máxima de la unión aduanera. Una fórmula que ciertamente le ayudaría para convencer a sus correligionarios de que no hay ninguna trampa, pero que es inaceptable para unos europeos que la conciben como un plan de emergencia para evitar el restablecimiento de frontera física entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda. Las garantías con data de caducidad no son tales garantías, dicen los europeos.
Bruselas también muestra su disposición a “empezar los preparativos para las relaciones futuras con el Reino Unido inmediatamente una vez se haya firmado el acuerdo de retirada”. El objetivo es que los 21 meses de transición hasta que se haga plenamente efectiva la salida del Reino Unido, en enero del 2021, sean suficientes para acordar y ratificar esta relación futura. Y en caso de que surjan dificultades de calendario, Bruselas se ofrece a ampliar el período transitorio, tal y como se contempla en el acuerdo de retirada, o bien, a asumir una “aplicación provisional de partes relevantes de la relación futura”.
Además, para dar relevancia a las conclusiones del Consejo Europeo sobre el Brexit, Tusk y Juncker, aseguran que “pueden comprometer a la Unión Europea de la manera más solemne”, ya que son las que fijan las prioridades de la UE al máximo nivel. También ofrecieron subrayar, como pide May, la relación existente entre el acuerdo de retirada y la declaración política de relación futura. Es decir, todo lo que necesite la primera ministra siempre que no suponga modificar o contradecir lo que se acordó.
Las presidencias del Consejo y la Comisión hicieron públicas las cartas, y se negaron a cualquier comentario adicional. No voy a “interpretar las interpretaciones, ni a clarificar las clarificaciones”, dijo el portavoz de la CE, Margaritis Schinas, refugiándose en que las cartas ya hablaban por sí solas. Dos misivas que se intercambiaron ayer con la intención, no garantizada, de influir decisivamente en el voto de hoy.
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