¡Viva Jacobi!
Esto de Barcelona ya no podía ser más surrealista, hasta que llegó la furia teutona y, masticando erres, pidiendo prisión para la perfidia independentista y acompañando a examantes de camas pujolinas, pasadas por Camargues y amistades de cloaca, completó el circo. Es lo de la abuela del dicho popular. Pues sí, ciertamente, éramos pocos y la abuela ha parido, y el resultado es una criatura insólita, surgida de una película de serie B, de aquellas que tienen personajes de malos tan histriónicos que resultan cómicos. La comedia de la tragedia barata.
Es así como, en estas elecciones donde ya había de todo, ha aparecido Karl Jacobi, el ingrediente alemán, con vocación carcelera e inspiración daliniana, tan dotado del arte del surrealismo, que promete grandes momentos para la humorística. Las primeras perlas son maravillosas: una, cuando le preguntaron, en la presentación en el Col·legi de Periodistes, qué opinaba sobre las políticas de igualdad y el señor Jacobi respondió que a él le gustaban mucho las mujeres; y la otra, la entrevista delirante en el programa de Clapés en RAC1, cuando, al plantearle el debate sobre el Tram, respondió que estaría muy bien que Trump viniera a Barcelona. Aclarada la cosa, dijo que de Tram y tranvías
Clapés le pregunta a Jacobi por el debate sobre el Tram, y él responde que Trump le interesa mucho