Moncho, más vivo que nunca
Emotivo homenaje de amigos y compañeros a la persona y obra de Moncho en un abarrotado Auditori
Anoche se cerró de forma muy emotiva el círculo que se había abierto hacía meses entre amigos, compañeros y también familiares para rendirle homenaje a Moncho, es decir, a Ramón Calabuch, es decir, al Gitano del Bolero, es decir y para no pocos, el Rey del Bolero. Él no pudo tomar anoche parte en la fiesta que se montó en el Auditori como tenía previsto porque falleció poco antes del pasado fin de año, ya que no se pudo recuperar de la parada cardiorespiratoria que padeció el día de Navidad. Y pese a no aparecer físicamente, Moncho estuvo muy vivo a lo largo de las más de dos horas que duró el acto.
Un encuentro de celebración y adiós oficiado por una decena de solistas y formaciones que en un primer momento estuvo concebido para despedir comme il faut al cantante barcelonés, con él participando excepcionalmente ya que a consecuencia de una grave dolencia en las cuerdas vocales había tenido que abandonar los escenarios hacía algo más de un año. Un colofón merecido a sesenta años de carrera trabajada y digna de aplauso.
Había una más que lógica y mela recida expectación ante el acto de anoche, bautizado de forma inequívoca Som Moncho, una vida de bolero. La expectación y la tristeza por la ausencia fueron las notas predominantes entre un público mayoritariamente veterano, y una representación institucional de elevado listón personificada por la consellera Laura Borràs, la alcaldesa Ada Colau y el comisionado de Cultura Joan Subirats.
Aunque la parrilla de participantes había sufrido diversas variaciones, la primera la de Estrella Morente, seguida por Rosario Flores y, anteayer, por Diego El Cigala, el espectáculo arrancó puntualmente a las ocho en un Auditori atestado con el pase de un breve y explicativo vídeo en el que Ramón Calabuch además de recordar que “el bolero es sentimiento” invitaba a asistir al concierto y concluía con un quizás premonitorio “gràcies a tothom; un petó”. Le siguieron Sabor de Gràcia, el combo rumbero liderado por Sicus Carbonell, que interpretó dos medleys a base de LevántateComo una estrella fugaz y FinestraDejenme irme pal Bohio. A continuación fue el turno de Antonio Carmona, miembro de ilustre saga y una de las columnas de Ketama que, arropado por la banda de Sicus, desgranó Vengo venenoso y Para que tú no llores.
Lolita subió el nivel pasional de noche, defendió el pabellón de la familia con una briosa recreación de Amnesia, Adoro y Sarandonga ,y recordó que “soy muy catalana por parte de mi padre”. Se llevó una de las ovaciones de la noche. Más tibia fue la acogida a la corrección vocal de Tamara, que sirvió para ver y oír al inconfundible Toni Olaf Sabater al piano, aunque el pálpito y quizás la lágrima apareció con Dyango, ilustre y esforzado veterano al pie del cañón que se atrevió con Nostalgias, Por volverte a ver y La mare. Pau Donés, con voz, tumbadoras y espléndido aspecto, aportó el necesario contrapunto temporal y sonoro
Como fin de fiesta, y convocados por Serrat, todos los músicos cantaron el bolero ‘Toda una vida’
con El lado oscuro y La flaca, acompañado solo por el no menos inconfundible Kitflus, al que calificó “uno de los mejores pianistas del mundo”.
Luego vino el turno de la familia Calabuch –con el pianista Yumitus al frente, que recordó sobre todo la enorme dimensión humana de su tío fallecido–, que engancharon con la magia rumbera de Rosó. Fue entonces cuando la noche entró en otra dimensión con Miguel Poveda, su abrasiva entrega escénica y su voz imbatible: atacó Te extraño (“no te imaginas Moncho cómo te extraño” improvisó en medio de la desgarradora tonada) y Fuerza extraña, esta junto a otro pianista de postín como Joan-Albert Amargós Al acabar el tema apareció Joan Manuel Serrat, uno de los grande impulsores del encuentro y cercanísimo cómplice del homenajeado, y con Poveda recreó El meu carrer, acompañados por el excepcional dúo pianístico de Amargós y Kitflus. Luego, ya a solas, el del Poble Sec dio vida a Cançó de bressol y Mediterráneo, y como imprescindible fin de fiesta, todos juntos bordaron para el recuerdo y para Moncho, esté donde esté, la inevitable Toda una vida.