La Vanguardia (1ª edición)

Desarticul­ada una célula yihadista dispuesta a atentar en Barcelona

El cabecilla de los 18 detenidos por los Mossos se radicalizó en una prisión catalana

- MAYKA NAVARRO El cabecilla. El piso.

“Ponga las manos donde pueda verlas. Y no se mueva”.

A gritos, desde varias terrazas contiguas y el rellano del primer piso de un inmueble de protección oficial de la calle Arc de Sant Cristòfol del barrio de la Ribera de Barcelona, el Grup Especial d’Intervenci­ó (GEI) de los Mossos d’Esquadra detuvo la madrugada de ayer a Rabeh, la pieza clave sobre la que ha girado la operación Alejandría, una compleja investigac­ión de año y medio contra el terrorismo yihadista. Los detenidos, todos delincuent­es habituales de Ciutat Vella, tienen el mismo perfil que los terrorista­s que en el 2004 atentaron en los trenes de Madrid. Ladrones de carteras y traficante­s de poca monta que protagoniz­aron una masacre.

El trabajo policial de la Comissaria d’Informació de los Mossos comenzó hace algo más de 19 meses tras conocer que estaba a punto de cumplir condena un recluso argelino, con innumerabl­es antecedent­es contra el patrimonio, que había experiment­ado entre rejas un peligroso proceso de radicaliza­ción.

Rabeh pisó la calle y regresó a los barrios en los que ha vivido y robado desde que llegó a España hace más de una década: los de Ciutat Vella. Lo que no sabía el delincuent­e es que durante los siguientes 19 meses sus movimiento­s y sus conversaci­ones pasarían a ser controlada­s por los mossos de Informació. Previament­e, la policía presentó un primer atestado con sus sospechas ante la Audiencia Nacional, que contaron desde el primer momento con la tutela y el apoyo del magistrado del juzgado central de instrucció­n 6, Manuel García Castellón.

Desde que volvió a patear las calles de Ciutat Vella, Rabeh regresó pronto a sus quehaceres: saquear a turistas con cualquier modalidad delictiva. Pero añadió otro elemento en su día a día: sumar a su proceso de radicaliza­ción yihadista a otros cuatro argelinos con los que conformaba un grupo compacto de amistad y fechorías consolidad­o con el paso del tiempo. Esos cinco individuos configuran el núcleo duro de los 18 arrestados la madrugada del martes, 17 en seis inmuebles de la ciudad de Barcelona, y uno en Igualada. Del total de detenidos, sólo el grupo de cinco será trasladado en las próximas horas a la Audiencia Nacional, acusados de los delitos de terrorismo, además de pertenenci­a a organizaci­ón criminal, contra el patrimonio, tráfico de drogas y falsificac­ión documental. A pesar de que dos de ellos han presentado documentac­ión de Libia y Egipto, los investigad­ores sospechan que es falsa y que los cinco son ciudadanos argelinos.

Los 13 restantes han sido detenidos por pertenenci­a a una organizaci­ón criminal que se dedicaba a todo tipo de delitos patrimonia­les, como el hurto, el robo con violencia y el método de pinchar ruedas; y seguirán siendo investigad­os por delito de terrorismo, aunque no hay indivolant­e cios sólidos sobre ellos para detenerlos. Por eso no acompañan a sus compañeros a Madrid, y en las próximas horas pasarán a disposició­n del juzgado de guardia de Barcelona.

En su momento, los investigad­ores ya comunicaro­n al magistrado y a la Fiscalía de la Audiencia Nacional que el nivel de radicaliza­ción de ese segundo grupo de detenidos no era comparable con el resto.

La investigac­ión arrancó tres meses antes de los atentados de Barcelona y Cambrils, de agosto del 2017. Fue precisamen­te la reacción de los principale­s sospechoso­s tras la matanza de la Rambla la que elevó el nivel de alerta. Los días posteriore­s al paso de Younes Abouyaaqou­b al de una furgoneta alquilada por el corazón de Barcelona, las comunicaci­ones de los sospechoso­s se centraron en esa acción terrorista. Sin pudor a compartir su satisfacci­ón por el atentado e insinuando lo fácil que resultaría imitarlos, e incluso planteando hacer una acción semejante. Se trataban de palabras, de intencione­s. Por ello, durante el día de ayer, tanto el conseller de Interior, Miquel Buch, como el comisario jefe de la Comisaría de Informació­n, Manel Castellví, insistiero­n en la “voluntad de atentar” de los detenidos. Pero, ¿tenían capacidad de hacerlo? Tanto el terrorista de la Rambla como, justo un año después, otro argelino, Abdelouaha­b Taib, cuando trató de asesinar a una mossa en la comisaria de Cornellà, evidenciar­on lo poco que cuesta superar la línea del estar convencido al estar capacitado a atentar. El primero, con un vehículo,

La policía siguió y escuchó a los sospechoso­s durante los 19 meses que ha durado la investigac­ión

El perfil de los detenidos recuerda a los terrorista­s del 11-M de Madrid, ladrones de carteras radicaliza­dos

y el segundo, con un cuchillo.

Fue precisamen­te ese último incidente en la comisaría el que incrementó el nivel de control de los mossos sobre los sospechoso­s. El asaltante de Cornellà era un argelino de 29 años con una inestabili­dad emocional que canalizó en un ataque a una policía. Entre los cinco argelinos a los que la policía ya no perdió de vista desde ese momento había algún elemento altamente inestable. Uno trató de inmolarse durante un desalojo en el piso que había ocupado en Ciutat Vella.

La investigac­ión antiterror­ista resultó de una gran complejida­d porque los sospechoso­s apenas se movían de Ciutat Vella, de los barrios del Raval, el Gòtic, la Barcelonet­a y la Ribera. Rabeh vivió primero en un piso, también de okupa, en Sant Pere Més Baix. Seguirle en un espacio tan pequeño y con tanta actividad delincuenc­ial y policial resultaba en ocasiones imposible, y se tuvo que trabajar a partir de las escuchas telefónica­s y sus posicionam­ientos.

Sólo durante los 19 meses de la investigac­ión a los detenidos se les ha podido atribuir cerca de 400 delitos contra el patrimonio y el tráfico de drogas. En más de una ocasión, los policías antiterror­istas pasaban datos relevantes de los sospechoso­s a los mossos de Ciutat Vella si por teléfono escuchaban conversaci­ones vinculadas con algún robo. Durante la investigac­ión por terrorismo, todos los sospechoso­s fueron detenidos y puestos en libertad, en múltiples ocasiones, por robos y hurtos.

El trabajo policial no ha terminado. Los investigad­ores tratarán de concretar qué hicieron durante todo estos meses con la ingente documentac­ión que robaban a turistas si, como sospechan, pudieron abrir alguna vía para enviarla a Argelia. Y lo mismo con el dinero. El cálculo de los beneficios obtenidos en sus robos no se correspond­e con el tren de vida miserable que llevaban. Por la tarde, el compañero de Rabeh, un marroquí de oficio incierto, defendía ante la secretaria judicial presente la honorabili­dad de su compañero de piso ocupado: “No sabe ni dónde está la mezquita, fuma hachís y escucha reguetón”. Como si esos elementos, a estas alturas, fueran eximentes de algo.

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XAVIER CERVERA Rabeh, en el momento que es trasladado del piso ocupado en el que vivía en la Ribera a las dependenci­a policiales­El GEI de los Mossos destrozó la puerta del piso donde fue arrestado el presunto líder del grupo, radicaliza­do en su estancia en la cárcel
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