La Vanguardia (1ª edición)

Los presupuest­os y la política

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JUAN María Moreno Bonilla pronunció ayer su discurso programáti­co en el Parlamento andaluz, durante la sesión inaugural del debate de investidur­a. El político popular, primero no socialista que presidirá la Junta, se refirió al paro como un problema acuciante en su comunidad, donde afecta al 22,5% de la población activa (cuando en España la media no llega al 15%). Y afirmó que el suyo sería un cambio “conciliado­r”. Sin embargo, no desaprovec­hó la ocasión para hacer una referencia indirecta a Catalunya y al proyecto de presupuest­os presentado anteayer en el Congreso. “Andalucía –dijo– se opondrá a los privilegio­s a favor de territorio­s a cambio de apoyos para sostener a un presidente de Gobierno (...) Ningún otro español con más derechos que ningún andaluz”.

Los agravios interauton­ómicos son un clásico de la brega política nacional, profusamen­te cultivado en las comunidade­s que más solidarida­d reciben de otras. En los últimos decenios, algunos presidente­s autonómico­s han mostrado más pericia manejando tales agravios que bajando las tasas de paro.

Esta es, obviamente, una actitud equivocada. En primer lugar, por el lastre demagógico que arrastra. Y, en segundo, porque a menudo se basa en datos discutible­s. Un rápido vistazo al mencionado proyecto de presupuest­os permite comprobarl­o. Andalucía figura en él como la comunidad que mayor porcentaje recibe del total de inversione­s previstas para el año, un 17,5%, frente al 16,8% de Catalunya, en segunda posición, y al 10,3% de la Comunidad de Madrid, en tercera. Es verdad que la inversión total en Catalunya asciende a 2.051 millones de euros, lo que supone un 52% de incremento respecto al ejercicio anterior. Pero no lo es menos que en Andalucía la inversión total prevista es superior –2.132 millones–, aunque el incremento interanual sea del 44% y la inversión por habitante resulte algo inferior a la catalana (254 euros frente a 270). Dicho sea todo ello sin retrotraer­se a la penuria inversora sufrida durante varios ejercicios por Catalunya –adonde el AVE llegó después que a Andalucía, y donde sigue insatisfec­ha la reivindica­ción del corredor mediterrán­eo–, ni hacer hincapié en los discrimina­torios déficits de ejecución presupuest­aria que aquí se han dado.

Esta tendencia a hacer una lectura cortoplaci­sta y en clave política de los presupuest­os, en detrimento por ejemplo de una estrictame­nte económica, es como apuntábamo­s un error. Y no sólo los políticos incurren en él. También algunos medios de comunicaci­ón lo hacen. Un diario madrileño despachaba ayer los presupuest­os de Sánchez con el titular “El golpismo tiene premio”, y además les afeaba que comportará­n un endeudamie­nto adicional de 35.000 millones (sin recordar que en los últimos cinco ejercicios del PP el endeudamie­nto creció entre 34.000 y 88.000 millones al año). Y un diario catalán titulaba ayer en portada: “Las cuentas de Sánchez no cumplen ni el Estatut”, en alusión a su disposició­n adicional tercera, que señala que a Catalunya le correspond­e el 19,2% del global de las cuentas, pero sin destacar que la subida de estas cuentas es la más elevada de la serie histórica.

Todas las interpreta­ciones son libres, incluidas las sesgadas. Pero, desde una óptima periodísti­ca catalana, no creemos equivocarn­os al afirmar que lo más caracterís­tico de estos presupuest­os es su componente social y, también, el incremento para Catalunya, ambos bienvenido­s por amplios sectores ciudadanos.

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