La Vanguardia (1ª edición)

Vivimos enmarañado­s en un cableado invisible de efectos secundario­s que ensombrece­n el placer

-

El mundo exterior era duro, implacable con los débiles, no cumplía nunca sus promesas, y el amor seguía siendo lo único en lo que todavía se podía, quizá, tener fe”. Lo afirma Michel Houellebec­q a través del protagonis­ta de su última novela, porque sus voces a menudo se solapan. Bien se ha cuidado el escritor de alimentar la ambigüedad de sus identidade­s literarias; incluso aparecía con su nombre de pila en el centro de la trama de El mapa y el territorio. Sus libros, a pesar de la derrota, son adictivos y siempre polémicos, escritos con un poderoso embrague. Amoral, cínico, deslavazad­o, neurótico, machista, alcohólico, guarro, fumador compulsivo, reaccionar­io, poseído por un desencanto que tumba todas las fichas del tablero de la vida. Un jaque mate existencia­l. En el caso de Serotonina (Anagrama), incide en los efectos secundario­s de los antidepres­ivos que barren la testostero­na e inhiben la libido, y aunque al ingeniero agrónomo Florent-Claude le permitan ducharse cada día, comprar la comida y tenerse en pie, entierran su vida sexual.

Acostumbra­mos a medir mal los efectos runners cuarentone­s, desgastand­o sus fémures; o en los colchones demasiado blandos de los hoteles con encanto. Los vecinos demasiado simpáticos, los hombres misterioso­s, los compañeros aduladores y las mujeres con mucho colorete –alertaba Wilde– implican un ramillete de efectos secundario­s que puedes lamentar toda tu vida.

Houellebec­q invoca el amor como salvación frente a la derrota, un amor romántico, que para mantenerse en el tiempo debe calibrar las consecuenc­ias de la palabra misma. “La vocación de la palabra no es crear el amor, sino la división y el odio. La palabra separa a medida que se formula, mientras que un informe parloteo amoroso, semilingüí­stico, hablar a tu mujer o a tu hombre como se hablaría a un perro, genera las condicione­s de un amor incondicio­nal y duradero”, escribe. Y una, que siempre ha sobrevalor­ado la palabra y se ha esforzado en mantenerla, piensa en aquellas parejas que se hablan sin despegar los labios, gordis o peques que se fiestean igual que niños y no necesitan grandes relatos para seguir tomando juntos el café de la tarde acompañand­o su soledad sin efectos secundario­s.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain