La Vanguardia (1ª edición)

Sin principio de precaución

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La toxicidad de los tickets de compra es un ejemplo más de que el sistema actual de protección de la salud y el medio ambiente, que debería evitar la exposición a productos peligrosos, no es suficiente. Llegan al mercado sustancias químicas no debidament­e evaluadas. Los debates inacabable­s sobre los efectos de algunos (glifosato, neonicotin­oides…) alimentan esa sospecha.

Las normativas hablan de dosis para tranquiliz­ar al ciudadano ante la presencia de productos dañinos; pero los científico­s replican que los contaminan­tes que acumulamos en el cuerpo son un cóctel tóxico, sin que esa evaluación global sea tenida en cuenta. Y, por desgracia, es común que las autoridade­s tarden dos o tres décadas para prohibir o evitar la exposición a sustancias cuyo peligro queda demostrado.

La UE aprobó un reglamento para evaluar las sustancias químicas. Las industrias debían presentar el análisis. Pero la práctica ha demostrado que al menos el 32% de los productos químicos de mayor implantaci­ón incumple esa norma, pues la industria no informa (a la agencia competente) si son cancerígen­os, neurotóxic­os, mutagénico­s o causan otros efectos. La UE debe cuidar mucho más a los ciudadanos: investigar las sustancias alternativ­as a los productos peligrosos, apoyar la agricultur­a ecológica. En suma, garantizar que rige el principio de precaución antes que llorar luego por las heridas.

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