La Vanguardia (1ª edición)

Germánico y ampurdanés

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Aveces, para conocer a una persona, nada mejor que conocer el lugar donde vive. Para conocer a Frank Keerl Pla, sobrino del escritor Josep Pla, que acaba de morir a los 85 años, lo mejor era visitarlo al Mas Pla de Llofriu.

Después de concertar una visita un fin de semana que estuviera presente, el señor Keerl solía esperar en la puerta del caserón, bajo una inscripció­n fechada en 1848, y delante de la era para batir el trigo que durante siglos sirvió a sus habitantes y donde ahora se puede aparcar el coche. Sonriente y afable, solía mostraros las salas de la planta baja de la masía, donde viven los masoveros, pero enseguida, enérgico, os invitaba a subir por las enormes escaleras hasta el primer piso.

Cualquier visitante sabía, cuando se abría la puerta y penetraba en la gran sala central de la masía, que no sólo entraba en la intimidad de una casa particular sino que pisaba un espacio mitificado por miles de lectores, un universo literario que la gran fuerza de la literatura consigue erigir rivalizand­o con la propia naturaleza.

Observando por los grandes ventanales, viendo la armonía de las formas y el color de los olivos, los cipreses y los chopos, el visitante sentía una profunda emoción de resonancia

FRANK KEERL PLA (1934-2019) Sobrino de Josep Pla y conservado­r de su legado

virgiliana. El primer documento que conservamo­s es de 1333, explicaba, sentado bajo la enorme campana que Pla había hecho construir después de la muerte de su padre. Comiendo avellanas y bebiendo un vaso de moscatel, al reservado señor Keerl le gustaba explicar la historia de la casa: en realidad, son dos masías. La más antigua y pequeña queda escondida tras el majestuoso armatoste de la más moderna. Su fachada imponente, encarada a mediodía, parece que imponga un corte entre dos dominios dialéctica­mente condenados a entenderse: el de la tramontana y el del ábrego. En la masía, durante el invierno, hacía mucho frío y no había nada que hacer. Por eso Pla no hizo nada más que escribir... Y entonces el señor Keerl os miraba fijamente y uno no sabía si hablaba seriamente o si os tomaba el pelo.

Una sabia mezcla de inteligenc­ia y discreción, racionalid­ad y picardía, ascendenci­a germánica y ampurdanes­a, confluyó en una personalid­ad compleja y poderosa, un verdadero homenot. Barcelonés, pero todavía nacido en casa, en el mismo Mas Pla, Frank Keerl fue alumno de la escuela alemana y de Virtèlia. Empresario metalúrgic­o especializ­ado en ferretería, sus aficiones principale­s fueron la vela (fue uno de los fundadores del Club

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PERE DURAN / NORD MEDIA

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