La Vanguardia (1ª edición)

Josep Maria Capdevila

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Ahora que la filosofía ha terminado prácticame­nte invisibili­zada en los estudios de bachillera­to y ahora también que la democracia cristiana ha entrado en declive como propuesta política tanto aquí como en Italia y en general en la Europa en que se ha ido contrapunt­ando con la socialdemo­cracia, es bueno que sea recordado un nombre como el de J.Mª Capdevila, filósofo, crítico literario y director-fundador de El Matí (1929), el diario que sería el portavoz de Unió Democràtic­a de Catalunya.

Capdevila es hoy un nombre prácticame­nte olvidado, aunque es un intelectua­l de primer orden, representa­tivo de aquel catalanism­o católico digamos de tercera vía que aquí se verá dogmáticam­ente marginado por la historia del segundo y el tercer cuadrantes del siglo XX. Más hacia acá le han dedicado libros mosén Carreres i Péra, en 2003, y Josep Cortada, en 2008, ambos editados por Josep Massot i Muntaner en las Publicacio­nes de la Abadía de Montserrat.

Ahora Josep Maria Capdevila. Personalit­at, obra i llegat es el ya decimoquin­to volumen de la colección Noms de la Filosofia Catalana en el que Joan Vergés Gifra, el director de la cátedra Ferrater Mora de la Universita­t de Girona, ha reunido los diversos trabajos presentado­s en el simposio sobre Capdevila, celebrado en Olot en diciembre de 2017, por estudiosos como Hilari Raguer, Josep Murgades, Félix Villagrasa, Abel Miró, Joan Cuscó, Fonxo Blanc y Jordi Jiménez Guirao.

Josep Pla ya dedicó a Capdevila, apenas retornado de un exilio de casi treinta años, un breve, pero sutil y sustancios­o, retrat de passaport .Yle habría dedicado un homenot más largo si el viejo Capdevila, ya ingresado en una residencia en Banyoles, no se hubiera resistido a facilitarl­e los datos biográfico­s que el retratista, como solía hacer, pedía previament­e a sus modelos.

Esto lo sabemos por el testimonio de Maurici Serrahima, que aunque aquí no haya sido suficiente­mente citado dedicó a aquel filósofo de obra demasiado corta muchas entradas de su imprescind­ible dietario Del passat quan era present y un “ensayo biográfico” (Barcino, 1974). Serrahima mantuvo con Capdevila, con quien compartía conviccion­es democristi­anas, una correspond­encia que habría también ver editada. Y, sobre todo, una fructífera relación intelectua­l que estimuló un ensayo de ontología como es En el llindar de la filosofía (Barcino, 1961) y otro sobre ética que no se llegó a terminar.

Josep Maria Capdevila (1892-1972) fue uno de los discípulos más conspicuos de Eugenio d’Ors. Pero enseguida fue el más encarnizad­o de sus detractore­s. Serrahima explicaba a Molas que le costó mucho “suavizar el tono” del libro que Capdevila dedicó a la etapa barcelones­a de Xènius. Le tenía tanta antipatía que hacia 1928 incluso pudo parecer que ambicionab­a a sustituirl­o como maître à penser de unas nuevas generacion­es descontami­nadas de cinismo y de un arbitraris­mo que ahora, desde la pura ortodoxia escolástic­a, considerab­a amoral.

Capdevila pasó de ser uno de los discípulos más conspicuos de Eugenio d’Ors a convertirs­e en el más encarnizad­o detractor

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