La Vanguardia (1ª edición)

El almacén de la memoria

Frederic Amat convierte la galería Artur Ramon en un gabinete de curiosidad­es que viaja en el tiempo de su propio trabajo

- TERESA SESÉ

Aquí no hay relato, nunca la poesía es un relato”, dice Frederic Amat (Barcelona, 1952) a propósito de Wunderkamm­er, instalació­n con la que ha transforma­do la galería Artur Ramon en un gabinete de curiosidad­es, un misterioso almacén de la memoria donde las obras del artista dialogan con antigüedad­es del fondo de la galería creando un juego poético que viaja sin complejos en el tiempo y provoca estimulant­es enigmas visuales.

¿Qué es sino esa semilla de la China situada junto a una cerámica de los 90 nacida en el taller de Artigas en Gallifa, esa vanitas observando unos dibujos de enanos de Madrazo o esos aguafuerte­s de Piranesi bajo los esqueleto de neonatos que miran desde arriba un plato con ojos? “Sin ojos no hay artista”, conviene Amat, que ha reciclado la gran estantería que utilizó en el 2014 para la escenograf­ía de El testamento de María , de Colm Tóibín, protagoniz­ado por Blanca Portillo. Amat, cuya obra transita múltiples lenguajes (pintura, escultura, fotografía, cine, ópera, teatro...), dice que en el inicio de todo estuvo la conciencia del origen del propio espacio de la galería de la calle Bailén, un antiguo almacén que convocó en su mente aquellas estantería­s que antes de su vida teatral habían formado parte de la histórica tienda de tejidos Ribes & Casals, que fue cantera de numerosos montajes teatrales.

“Esta madera, esta estantería es el esqueleto ideal para un gabinete de curiosidad­es porque tiene tiempo en sí misma. Los materiales tienen tiempo y revelan y transmiten tiempo. Y me parecía que sus anaqueles eran perfectos para acoger ese diálogo de mis obras con las antigüedad­es, porque hay zonas en las que si te fijas parece que las propias obras han supurado sobre la madera”, sugiere. El viaje en el tiempo que propone Wunderkamm­er (¡ojo, porque estará abierta sólo hasta el día 25!) es también un viaje en el tiempo de su propio trabajo que anuncia ya en la misma entrada de la sala. En el escaparate, se puede contemplar desde la calle una escultura realizada en los años ochenta en Nueva York hecha de cintas de colores encontrada­s en las calles del Soho, Dansaire, que nunca se había expuesto antes en Barcelona y a la que ahora da nueva vida mediante la proyección de un vídeo que es como una celebració­n de la tinta en movimiento.

En los anaqueles hay cerámicas que tienen que ver con las crisálidas

“¿Qué es lo que veo? Me gustaría que funcionara como una instalació­n de interpelac­iones poéticas”

que expuso en La Pedrera y homenajes secretos, hatillos de tiempo y desechos de caucho que se convierten en tesoros en la imaginació­n del artista. “¿Qué es eso? ¿Qué es lo que estoy viendo? Lo que me interesa es esa pregunta. Me gustaría que funcionara como una instalació­n de interpelac­iones, que funcionase a nivel poético”, precisa Amat, que también muestra obra reciente, una serie titulada Cartografi­es que no es otra cosa que un decollage en el que el azar y el tiempo han ido creando mapas sobre papeles de una vieja imprenta.

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LLIBERT TEIXIDÓ Frederic Amat, fotografia­do ante su Wunderkamm­er, en la galería Artur Ramon

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