La Vanguardia (1ª edición)

‘Desordre general’

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Quién es usted? El hombre invisible. ¿Sabía usted de mí, acaso? No. ¡Ajá! He alcanzado el sueño de la invisibili­dad..., tras cincuenta años de teatro, marionetas, instalacio­nes, circo, pasacalles, cuentos, pinturas...

¡Cincuenta años!

En 1968, con mi pareja, decidimos dedicarnos sólo a esto, al teatro, las marionetas...

¿Y dónde ha estado todo ese tiempo? En la vida, pero en la orilla de la urbe.

¿Qué le pasa a la urbe?

Mis amigos barcelones­es se quejan de todo. ¡Qué pesimismo! Yo aquí hago cosas divertidas, y regreso a mi bosque.

Cíteme algún espectácul­o suyo.

Mori el Merma, de 1978: uno se convierte en su propia máscara: alusión a Franco...

¡Eso lo recuerdo!

Miró nos pintó los muñecos gigantes de tela, pidió que mis actores se metiesen dentro y se moviesen... Yo le ayudé a pintarlos...

¡Joan Miró!

Yo tenía 28 años, él 82, ¡y me dijo sí!

¿Por qué?

Porque Miró era artista en cada minuto de su vida. Esta obra postrera ha sido silenciada por su entorno, como si le desmerecie­se...

¿Y usted cómo se metió en eso?

Pasé de los 8 a los 14 años en el internado del Collell: de aquella negrura salí rabioso.

¿Contra qué?

Contra el orden: en el internado, espabilé para no formar fila. ¡Lo odiaba! Lo logré haciéndome lector en el comedor.

¿Leía en voz alta a los comensales?

Eso es, y vi que según cómo leyese, callaban todos: ¡qué poder! Enid Blyton, Zane Grey... y Stevenson: ¡qué hallazgo! Seguí con Melville, Conrad... No he dejado las aventuras.

¿Y qué tal sus estudios?

Suspendía, es que encajaba novelas en los manuales de texto, y no estudiaba: sólo leía.

Envenenado por el arte.

Odiaba la disciplina: con 15 años, en otro colegio, llamé “pijo y chorra” a un profesor. Me expulsaron. Lo callé en casa. Cada día me sentaba en un banco de la Rambla, y leía. El director me vio un día. Me hizo volver.

¿Qué quería ser de mayor? Misionero, para viajar por África. Pero al saber que debía entrar en el seminario, preferí la bohemia artística: aprendí de Gil de Biedma, Terenci Moix, Pere Gimferrer, Con Baixas paseo ante las piezas de la exposición que antologa su obra y glosa su biografía de artista inclasific­able, en el hall del CaixaForum de Barcelona. Su libro catálogo, Desordre general. Joan Baixas en el 50 aniversari del Teatre de La Claca (Institut del Teatre-Diputació de Barcelona) es un muestrario de maravillas. Es artista a tiempo completo y se entrega en la foto: se embarca con determinac­ión piratesca en su “nave de los locos” que ha armado con libros de su biblioteca particular... De la conversaci­ón con Baixas acabo magnetizad­o por la poesía de la aventura, tras haber navegado por las latitudes del sueño, de la fábula, del verso, del teatro, de la forma, del corazón y de la idea.

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XAVIER CERVERA

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