Con faltas de ortografía
Jean Nouvel quería que la Philharmonie de Paris fuera para la música lo que el Centro Pompidou fue para las artes plásticas: un equipamiento revolucionario que llevara su tipología a otra dimensión. Pero cada vez que se le pregunta por esta construcción, inaugurada con prisas hace dos años, pronuncia palabras como drama, desgracia y miseria. Porque el cliente, ante un presupuesto que estimó excesivo, impuso recortes y abarató acabados de la obra, consiguiendo que el arquitecto francés se refiera ahora a ella como “un hermoso texto plagado de faltas de ortografía”.
Nouvel, como Rogers y Piano, los autores del Pompidou, creció bajo el influjo rupturista de Mayo del 68. Pero en los cuarenta años que han pasado entre las inauguraciones de ambos edificios –el Pompidou y la Philharmonie– han cambiado muchas cosas, y no todas han engrasado las relaciones entre arquitectos y clientes públicos.
El creador de la torre Agbar de Barcelona o del Louvre de Abu Dabi ha alcanzado en la Philharmonie dos metas importantes. La primera, hacer realidad algo parecido al viejo sueño del compositor Pierre Boulez: una gran sala de conciertos de nueva generación, que en este caso es sede estable de cinco orquestas, y se suma a auditorios menores, numerosas estancias para ensayos, espacios pedagógicos, área de exposiciones, restaurantes y servicios varios: alrededor de ese núcleo central se articula una ciudad de la música. La segunda, una excelente acústica inmersiva en dicha sala de conciertos, cuyas formas redondeadas y amables engloban 30.000 metros cúbicos de aire sobre 2.400 butacas configurables.
El edificio de la Philharmonie dispone de 42.000 metros cuadrados útiles y se sitúa junto al parque de la Villette y el bulevar periférico que separa el París central del barrio obrero de Pantin. Nouvel quiso convertir dicha separación en armonía y en encuentro, señalando este último con una enorme cresta rectangular que corona su edificio y lleva la cota máxima a los 52 metros, cuando la útil de la sala se queda en 37. Dicha pieza remata un batiburrillo formal ya considerable, que cabría describir como sigue: una especie de ostra entreabierta,
Jean Nouvel Ubicación: 221 de l’Avenue Jean-Jaurés, en París (Francia). de formas sinuosas y fluidas, rodeada por rampas, planos y cantos rectilíneos, que definen accesos, techos convertidos en espacios públicos o brisse soleils. En origen, esta fue una manera de diferenciar en fachada la sala central de las distintas “capas” de actividad que la envuelven. Pero, en su conjunto, el aspecto de este edificio gris y plateado, y empaque escultórico, puede parecer pesado y caprichoso.
Esta percepción resulta paradójica si recordamos que Nouvel, además de armonizar su edificio con el entorno, quería sintonizarlo con la poética analogía bouleziana que relaciona la música y un vuelo de pájaros. De ahí que las cubiertas y algunos suelos de la Philharmonie se recubran con tejas de aluminio con formas de aves, ensambladas en un mosaico tipo Escher. Pero ese vuelo, que se verifica con la elevación de la música en la sala de conciertos, no se aprecia en la mole arquitectónica del edificio.