La disputa sobre Netflix opaca el filme de Coixet
‘Elisa y Marcela’ se estrena en la Berlinale con polémica
La historia de amor de dos maestras gallegas en el tránsito del siglo XIX al XX, filmada por Isabel Coixet con respaldo de Netflix, se topó ayer en la Berlinale con la tensión en la industria cinematográfica ante las plataformas de streaming que apuestan también por la producción de largometrajes. El estreno de Elisa y Marcela, filme en blanco y negro sobre el caso real del “matrimonio sin hombre” –así lo resaltaban los titulares de prensa de la época–, fue recibido con una carta de protesta de 180 salas de cine de Alemania.
“Netflix se incorpora a los grandes festivales y premios de cine como plataforma de marketing, y empuja hacia los márgenes a los cines como lugares de cultura”, decía la carta, enviada al director de la Berlinale, Dieter Kosslick, y a la ministra alemana de Cultura, Monika Grütters. Elisa y Marcela compite por los Osos, y la carta reclamaba su exhibición fuera de concurso. “La Berlinale defiende la gran pantalla, Netflix defiende la pequeña”, concluían.
“Puedo entender las razones de quienes ven en Netflix una amenaza, pero es injusto decir que, en nombre de la cultura, esta película no merece estar aquí en competición; la cultura se defiende respetando a los autores”, les replicó Coixet en la rueda de prensa de presentación, flanqueada por las dos actrices protagonistas, Greta Fernández (Marcela) y Natalia de Molina (Elisa). El malestar de los exhibidores germanos se mascaba antes del certamen; y Kosslick contó en su día que Netflix garantiza que en España el filme se exhibirá en cines. “El futuro pasará por la coexistencia de películas en plataformas y en salas”, vaticinó Coixet.
Elisa y Marcela se inspira en la historia real –aunque la cinta se toma algunas licencias– de dos mujeres que, en las postrimerías del siglo XIX, se conocieron estudiando para maestras, se enamoraron, y urdieron un plan para casarse y vivir juntas para siempre. Elisa se vistió de hombre y suplantó la identidad de un primo fallecido, y un sacerdote la casó con Marcela en 1901 en una iglesia de A Coruña, sin sospechar nada. La foto que se sacaron tras su “matrimonio sin hombre” apareció incluso en prensa internacional cuando, al poco, fueron descubiertas. “Esa foto es en blanco y negro; por eso siempre concebí la película en blanco y negro”, dijo Coixet, que ha tardado diez años en conseguir la financiación para rodarla. Según la directora, la cinta no pretende ser un manifiesto, pero al final se recuerda en fotos y textos que aún existen países que persiguen la homosexualidad.
La cineasta catalana estuvo ayer divertida y parlanchina, como cuando comentó, a preguntas de este diario, la aparición de pulpos en algunas escenas, entre ellas una de sexo entre las protagonistas. “Yo soy una gran fan del pulpo –rió Coixet, refiriéndose a la exquisitez gastronómica gallega–. Buscaba una manera de relacionarse sexualmente que no fuera masculina, y no me imagino a hombres jugando con un pulpo”. También citó referencias pictóricas en torno a este cefalópodo. “Olía muy fuerte, y estaba muy frío”, suspiró Natalia de Molina.
La película relata el amor de dos lesbianas gallegas que en 1901 se casaron fingiendo que una era hombre