La Vanguardia (1ª edición)

El precio de la mentira

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Por qué le ofrecieron precisamen­te a usted ser espía? Mi padre era importador de vinos franceses en Escocia. Se divorció de mi madre cuando yo tenía ocho años y me envió, en la más rancia tradición británica, a un internado. ¿A los ocho años? Debió de ser muy duro. Lo fue. Además el internado era Eton. Allí estuve hasta cumplir los 18. Y la tradición es que en internados como Eton se forman los mejores agentes secretos de su majestad.

¿Eso no era antaño?

Sigue siendo así. Y creo que tiene cierta lógica. En Eton sólo sobrevives si espabilas y te inventas un buen personaje.

Y tienes el dineral que cuesta.

No sólo. La verdad es que es elitista para los de fuera, pero también muy competitiv­o para los de dentro. Pero la auténtica cualidad de los etonianos es que somos muy sociables. Y un espía es sobre todo alguien capaz de reclutar a otros espías.

¿No cree que hoy el espionaje puede ser, más allá de las novelas, aburrido?

Es obvio que ya no consiste en disparar y hacer fotos con microfilm o grabar conversaci­ones, sino, sobre todo, en ser capaz de crear sólidas relaciones de confianza con mucha rapidez.

En eso se parece al periodismo.

Se trata de reclutar, por ejemplo, a agentes capaces de ser dobles en una célula terrorista islámica en Londres.

Eso es jugarse el cuello.

Se requiere facilidad de adaptación. Por eso ser etoniano es ya una garantía para el MI6, los servicios secretos en el exterior. En cambio, el MI5, los servicios secretos en el interior, tienen una tradición más bien de clase obrera.

¿Tras el Brexit el MI6 nos espiará?

¡El Brexit es un horror! Tan estúpido como hubiera sido la independen­cia de Escocia. Y ambos referéndum­s son obra de un ex compañero mío en Eton, David Cameron, del que me temo que no podemos enorgullec­ernos.

¿Cómo le reclutó a usted el MI6?

Mi padrastro había sido etoniano también y, durante un fin de semana en que estaba con mi madre, invitó a casa a cenar a otro etoniano...

¿No resulta todo eso muy endogámico?

Y aquel amigo dejo entrever que había sido del MI6. Fue él quien intentó reclutarme.

¿Usted ya se veía de espía?

Yo tenía entonces 25 años. Y habrá usted conocido jóvenes que ya a los 18 años maduran llenos de confianza en sí mismos, que se conocen Me temo que Charles Cumming falla en la primera misión del agente secreto: parece incapaz de mentir. Lo cual le descalific­a como político, espía y ustedes decidirán si también como periodista, pero tal vez haga de él un buen escritor, porque nada hay más auténtico que la mejor ficción. Y eso es lo que quería acabar haciendo, además de servir de esforzada pareja a una mujer inteligent­e (y compruebo que una le acompaña). Tímido y enamoradiz­o, aún es incapaz de disimular su fascinació­n al evocar la atractiva agente del MI6 que tras seducirle le traicionó y le delató por ser demasiado sincero y confesarle que prefería escribir novelas de espías a vivirlas.

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XAVIER CERVERA

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