Junqueras pelea por sus ideas y Forn se bate con el fiscal por los hechos
El exvicepresident se declara “preso político” y no contesta a las acusaciones
El interrogatorio del exvicepresident Oriol Junqueras fue relativamente breve –unas dos horas–, en la tercera jornada del juicio sobre el caso 1-O. Sólo contestó a su defensa, todo lo contrario que el exconseller de Interior Joaquim Forn, quien se batió largamente con el fiscal, en un continuo toma y daca del que las tesis de la Fiscalía no salieron indemnes. Junqueras, en cambio, prefirió no jugar esta partida, y se parapetó frente a las acusaciones. Se declaró “un preso político” y expresó la convicción de que, dijera lo que dijese, nada iba a cambiar en este juicio para él.
La Fiscalía tuvo, en cambio, su oportunidad con Forn, y no salió bien parada. El fiscal Fidel Cadena intentó arrastrar al acusado a su terreno sobre el papel de los Mossos y su pasividad supuestamente favorecedora de la violencia, y Forn se resistió como gato panza arriba. Eso sí, con un punto débil, al tratar de hacer compatible el reconocimiento de su apoyo político al referéndum con la instrucción dada a la policía autonómica para que cumpliera la orden judicial de impedirlo. Un comportamiento bifronte que no resulta fácilmente comprensible para un tribunal.
Forn, en suma, entró en materia, bajó a la arena, mientras Junqueras, de la mano de su letrado, Andreu Van den Eynde, se concentró en ofrecer de sí su mejor perfil. Esto es, el de un doctor en Historia llegado a la política tardíamente –“hacia la mitad de la vida, con cuarenta años” dijo–, para la defensa de un ideario en pro de “la independencia de Catalunya y la república catalana, como fórmulas políticas más favorecedoras de su progreso”. Todo ello como partícipe de una ideología con claro acento social, heredera del “humanismo cristiano”, y comprometido con los valores de “libertad, igualdad y fraternidad”, en un partido, ERC, con “88 años de historia, y ningún caso de corrupción”, compuesto por “buenas personas” y que jamás ha propugnado el uso de la violencia para alcanzar objetivos de carácter político.
Junqueras se mostró sorprendido, estupefacto, ante la posibilidad de que su apuesta por la independencia de Catalunya pudiera acarrearle responsabilidades pe- nales. Vino a decir que él nunca ha engañado a nadie, ni lo ha pretendido. Todo lo contrario. El exvicepresident fue sintiéndose cada vez más seguro, al comprobar que el tribunal no ponía límites a la exposición de su ideario, y elevó el tono, para dejar múltiples preguntas en el aire. Por ejemplo, ¿por qué lo que fue posible en Canadá respecto del Quebec o en el Reino Unido respecto de Irlanda o Escocia, no podía serlo en España respecto de Catalunya?
Junqueras buscó, en suma, situarse en las antípodas del golpismo. Su problema, y el de Catalunya –expuso– es que llevan muchos años tratando de sentarse a