Sánchez, sin mal de altura

Zapatero era un hombre con suerte, Sánchez es un personaje resiliente. Al primero, la fortuna se le acabó antes de lo esperado al ser arrastrado por el tsunami de una crisis que no se acababa de creer cuando se presentó a la reelección. Al segundo, su capacidad de resistir le ha conducido a la presidencia después de ser castigado en las urnas y defenestrado por la cúpula de su partido. No es fácil regresar como ave fénix gracias a una moción de censura y ahora aspirar a volar más alto con una convocatoria electoral a los nueve meses de haber llegado a la Moncloa. El que se levanta es aún más fuerte que el que no ha caído, escribió el neurólogo Viktor Frankl. Sánchez no es un político que tenga mal de altura, así que es capaz de arriesgar y eso es lo que hizo ayer convocando para el 28-A. Tiene su mérito, porque las encuestas de un tiempo a esta parte producen casi tanto vértigo como los precipicios.

Pedro Sánchez podía seguir gobernando con los presupuestos de Mariano Rajoy hasta el 2020, pero finalmente ha decidido anunciar elecciones. Sin embargo no habrá superdomingo electoral el 26 de mayo (sus barones no lo querían), pero, al disponer la convocatoria un mes antes, esos mismos barones deberán emplearse a fondo para que su electorado les vea como el voto útil en la siguiente cita. Por lo demás, la fecha elegida tiene sus ventajas para el PSOE: a las fuerzas de la derecha les coge demasiado pronto (sobre todo al PP de Casado, en fase de formación), con Vox restándole clientela, y al independentismo le pilla sin demasiadas ganas, con el juicio por el 1-O lejos de la conclusión. El líder socialista piensa que es el momento de situarse en la centralidad política y ocupar este espacio que otros han abandonado.

Rajoy era un político que no tomaba una decisión si tenía tiempo por delante. Sánchez es un dirigente que ha apostado por todo lo contrario. Es la diferencia entre lo analógico y lo digital en la política.