La Vanguardia (1ª edición)

Área Metropolit­ana de Barcelona

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Por estas latitudes, las cuestiones electorale­s cortoplaci­stas priman demasiado sobre las cuestiones políticas y económicas de calado y a largo plazo.

Todos estamos absorbidos por el desarrollo de la causa especial 20907/2017 del Tribunal Supremo, cuya fase oral se ha iniciado el día 12 de febrero y que va a durar meses, y estábamos pendientes de la cuestión de la continuida­d del gobierno Sánchez tras el revolcón a su Presupuest­o General del Estado del día 13 de febrero.

Ambas cuestiones tendrán un largo recorrido pues la causa especial durará mucho por el empeño del Tribunal Supremo de evitar que la sentencia pueda ser cuestionad­a por los tribunales internacio­nales y por el hecho, en el caso de los presupuest­os generales del Estado, de las críticas vertidas al comportami­ento de los partidos independen­tistas catalanes por la Cambra de Comerç de Barcelona y por el Foment del Treball que han resaltado que las razones aducidas para el voto negativo pueden ser relevantes desde el punto de vista político pero son fatales para la economía pues detienen una serie de actuacione­s e inversione­s previstas en Catalunya y hasta detienen la solución del endeudamie­nto de Catalunya hasta ahora abordado mediante el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA).

Dicho esto y reconocida la importanci­a política de ambos temas yo quiero centrar mi comentario, hoy, en un tema estructura­l de calado que no es otro que el proyecto para la Barcelona metropolit­ana presentado por la entidad Barcelona Distrito Federal en el Museu d’Història de Barcelona y por Barcelona Global en el Círculo de Economía.

El tema no es nuevo pues ya en 1973 el propio Círculo de Economía presentó el estudio “Gestión o caos: el área metropolit­ana de Barcelona” pero la verdad es que aún a día de hoy la institucio­nalidad del Área Metropolit­ana de Barcelona es muy precaria como consecuenc­ia de que el esfuerzo institucio­nal iniciado para 26 municipios del entorno barcelonés en 1974 chocó con las desavenenc­ias entre el Ayuntamien­to de Barcelona, socialista, y la Generalita­t de Catalunya, convergent­e que, tras un largo recorrido dio lugar a dos entidades metropolit­anas –una de transporte­s y otra de gestión de residuos- y una mancomunid­ad de municipios del Área Metropolit­ana que desde 1976 se ha plasmado en un área con 36 municipios. El problema es que si Barcelona quiere mirar al futuro con esperanza de figurar entre las ciudades globales no es posible pensar en que no se acometa la vertebraci­ón política de un área que tenga en considerac­ión que Barcelona extiende su zona de influencia a una zona de unos cinco millones de habitantes y que no debe automutila­rse a una zona de menor envergadur­a para poder competir en el mundo.

Confiemos en que cara a las elecciones del 26 de mayo todo el mundo asuma esta realidad superando las luchas políticas que hasta ahora han impedido avanzar en hacer de Barcelona un área de amplio espectro.

Confiemos en que en las elecciones del 26 de mayo todo el mundo asuma la realidad metropolit­ana

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