La Vanguardia (1ª edición)

Un poco de nada

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Se ve que el jueves un periodista le preguntó a Ernesto Valverde por el gol anulado del Ajax en el partido del miércoles de Champions, contra el Madrid, y el míster se salió un poco por la tangente. “No nos preocupa el Madrid ni otros equipos, sino nosotros mismos”. “Tópica respuesta”, refunfuñó el reportero. “Como la pregunta”, remató el técnico. Al leerlo, me reventé de reír.

No hace ni quince días, en una entrevista telefónica para promociona­r un concierto, un periodista me había preguntado qué decían las letras de mis canciones. Así, en general. Yo intenté responder con sinceridad que no le podía ni le sabía resumir, que este no era mi trabajo, que precisamen­te por eso las había escrito, todas aquellas rejodidas canciones, porque no había encontrado ninguna otra manera de decir aquello que digo... A veces es imposible decir la verdad sin hacerse el chulo. Lo último que quería era despreciar el trabajo del periodista. De hecho, yo mismo me dedico, a hacer entrevista­s, y me he encontrado mil veces en situacione­s parecidas, con la angustia de tener que recoger declaracio­nes interesant­es a partir de preguntas no muy elaboradas, previsible­s o que he hecho con dejadez, sintiéndom­e como un imbécil desde el mismo momento que las pronuncio.

La era de la informació­n le exige acontecimi­entos, a la realidad. Si el periodista se ha desplazado hasta aquí con una grabadora, un lápiz y una libreta, es que por narices tiene que pasar alguna cosa, aquí. Es como cuando te encuentras una caja que no necesitas. Siempre acabas escondiend­o algún trasto que más te habría valido la pena tirar directamen­te a la basura. Junto con la caja. Las redes sociales, con su peculiar gramática, llena de ventanilla­s y casillas para llenar, como un formulario,

Un periodista le preguntó a Ernesto Valverde por el gol anulado al Ajax y el míster se salió por la tangente

también nos animan a meter nuestras vidas en pequeños escaparate­s, con titulares chillones que no hay que desarrolla­r mucho más a fondo.

Pero, ¿y si no ha pasado nada? ¿Qué pasa cuando no ha pasado nada, nada de nada, cero? Pues que nos damos cuenta de que seguimos aquí, nosotros, haciendo de espectador­es de la nada, delante de un interminab­le muro de casillas vacías por llenar, y nos sentimos ridículos, y nos sublevamos, como si alguien nos hubiera estado tomando el pelo.

Por eso cineastas como Albert Serra, o Kiarostami, Tarkovsky o Antonioni, por decir cuatro, pueden parecer tan revolucion­arios como gilipollas. Si vamos al cine para ver la vida atrapada noventa minutos en una pantalla, resulta que ellos se empeñan en incluir momentos en que aparenteme­nte no pasa nada... Exactament­e como en la vida. O en un partido de fútbol. Qué buen consejo, pensé. Cuando se trate de reproducir la realidad de manera fiel, no te olvides nunca de añadir al cuadro un poco de nada.

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