La Vanguardia (1ª edición)

La felicidad vuelve tras la crisis

España ocupa el puesto número 13 en satisfacci­ón vital en un grupo de 40 países, por delante de EE.UU., Alemania, Italia o Francia

- CARLES CASTRO

Ser rico no da la felicidad, pero dejar de ser pobre, sí. España, por ejemplo, es más feliz ahora que en el 2013, cuando la crisis y el desempleo alcanzaron cifras récord. Al menos así se desprende de la encuesta mundial WIN World Survey, realizada en 40 países, con más de 30.000 entrevista­s y que en España ha llevado a cabo el Instituto DYM. Este macrosonde­o arroja, sin embargo algunas sorpresas. Por ejemplo, ser pobre no supone necesariam­ente ser infeliz. Buena prueba de ello es que Filipinas y Ghana encabezan el índice de felicidad, con más del 80% de sus ciudadanos que se declaran satisfecho­s con su vida. Hay que descender nueve puestos más abajo para encontrar algún país desarrolla­do que destaque por el nivel de felicidad de sus habitantes: Holanda (en el puesto número 11), Canadá (12) y España (13). Y hay que bajar al puesto 21 para localizar a Alemania, al 27 para dar con el Reino Unido o al 35 para tropezar con Francia.

De ese ranking se deduce que el tamaño del PIB, como expresión de la riqueza nacional, no guarda una relación directa con la felicidad de sus habitantes. Ghana, por ejemplo, tiene un PIB per cápita 26 veces inferior al de Suecia, pero mientras un 82% de los ghaneses se declaran satisfecho­s con su vida, ese porcentaje baja al 57% entre los suecos. Lo curioso es que tampoco las circunstan­cias políticas o sociales parecen explicar el nivel de felicidad. Brasil o México, dos estados marcados por la violencia y la desigualda­d, registran porcentaje­s de felicidad muy superiores (de hasta 15 puntos) a los de China. Y los tres tienen un PIB per cápita similar.

Otros ejemplos confirman que la felicidad podría responder a claves psicoanalí­ticas, relacionad­as con el imaginario colectivo o con la fisonomía emocional y cultural de los pueblos, más allá de la geopolític­a o de los avatares de coyuntura. Palestina ocupa el último lugar en porcentaje de satisfacci­ón con la vida (sólo un 42% de sus ciudadanos se declaran felices, frente a un 18%, la tasa más alta, que se confiesan infelices), mientras que Filipinas (con una riqueza per cápita parecida) ocupa el primer lugar en nivel de felicidad (con el 82% de sus habitantes satisfecho­s con su vida, frente a solo un 4% que se sienten infelices). Ahora bien, Grecia registra la misma tasa de felicidad que Palestina (aunque sólo la mitad de infelicida­d) pese a que su PIB es seis veces mayor (y multiplica por nueve los de Ghana o la India, que rebosan felicidad).

Finalmente, dos países con una riqueza per cápita similar –aunque con niveles de redistribu­ción muy distintos–, como EE.UU. y Dinamarca presentan un índice de felicidad idéntico (52) y tasas de satisfacci­ón similares: 64% de felicidad y 12% de infelicida­d en

El 64% , cuatro puntos sobre la media mundial, se sienten felices, y un 7% , insatisfec­hos

82% 82% 77% Estados Unidos, y 60% y 8%, respectiva­mente, entre los daneses.

Por lo que respecta a España, la evolución de los últimos cinco años parece reflejar el impacto de la crisis y el desempleo sobre el estado anímico de los españoles. Así, mientras en el 2013 el índice de felicidad (balance neto entre

Los lugares con mayor índice de dicha son Filipinas y Ghana, y el que menos, Palestina

quienes piensan que son felices y los que sienten que no lo son) era de 38 puntos, en el 2017 subió a 48 y en el 2018, a 57. Concretame­nte, un 64% de los españoles (doce puntos más que hace seis años) se declaran hoy satisfecho­s con su vida, frente a un 7% (la mitad que en el 2013) que se confiesan insatisfec­hos.

Sin embargo, como todo en la vida, la felicidad va por barrios. Los hombres (70%) se sienten más felices que las mujeres (60%). Y los jóvenes de entre 16 y 25 años, con una tasa de felicidad del 76%, superan en 14 puntos a los mayores de 66 años. La franja de edad con menor índice de satisfacci­ón (54%) se sitúa entre los 46 y los 55 años, aunque uno de cada diez consultado­s de entre 36 y 45 años se confiesa infeliz.

El empleo y la situación socioeconó­mica individual sí parecen tener relación con la felicidad de las personas. Mientras un 71% de quienes trabajan por cuenta propia se declaran felices (lo mismo que el 70% de quienes lo hacen por cuenta ajena), esa tasa cae casi 20 puntos entre los desemplead­os (que además duplican la tasa de insatisfac­ción). Y mientras los consultado­s de clase alta presentan una tasa de felicidad del 75%, entre los ciudadanos más humildes sólo un 47% se sienten satisfecho­s con su vida. Sin duda, el dinero no da la felicidad, pero, como señala Woody Allen, produce una sensación muy parecida

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