Bin Salman abre en Pakistán una gira asiática a golpe de talonario
El heredero saudí busca oxígeno más allá de Occidente tras el caso Khashoggi
Las saudíes ya conducen y los primeros ministros de Pakistán, también. La política internacional en la era de la imagen brindó ayer esta: Imran Jan conduciendo al aeropuerto a su compadre el príncipe Mohamed bin Salman. Sin nadie más en el coche. El día anterior lo había llevado del mismo modo a su residencia oficial, que no usa “por austeridad”.
Ciertamente, Pakistán requiere financiación desesperadamente y Bin Salman necesita otro tipo de oxígeno con no menos premura, tras la conmoción por el estrangulamiento y demás de su compatriota el periodista Khashoggi.
El matrimonio de conveniencia pakistano-saudí tiene en realidad más de medio siglo y se adereza con gestos de munificencia oriental. Islamabad soltó tres mil quinientas palomas ante Bin Salman, quien en un acto reflejo ordenó la excarcelación de nada menos que 2.107 pakistaníes presos en sus reino.
En el ámbito económico, Mohamed bin Salman prometió inversiones por veinte mil millones de dólares. Que se añaden al préstamo de seis mil millones que Imran Jan arrancó en octubre pasado en Riad, durante la cumbre boicoteada por dirigentes y ejecutivos con mayores escrúpulos.
Casi diez mil millones serán para una refinería en Gwadar, en la costa de Beluchistán. Se trata de un dato geoestratégico de primera magnitud, puesto que el gran impulsor de dicho puerto de aguas profundas es China, que está conectándolo con su frontera a través del Karakórum, en el denominado Corredor Económico Pakistán-China. El amor de los saudíes por el Partido Comunista Chino es limitado, aunque Bin Salman emprende viaje oficial a