La Vanguardia (1ª edición)

¿Es expropiabl­e un picadero?

-

Barcelona recupera la casa Burés con todo su esplendor modernista, nos revelaba ayer en este diario el impagable Lluís Permanyer. ¡Veintiséis pisos! Doy la alerta a un amigo adinerado que está buscando un picadero, “casa o apartament­o que alguien dedica a sus encuentros eróticos de carácter reservado”.

La opinión pública tiene un mal concepto de los picadores en la plaza y los picaderos en la ciudad porque imagina –aquí nadie ha visto, alquilado o visitado un picadero– que son apartament­os de 30 metros cuadrados a lo sumo, con una nevera donde siempre falta de todo y sin fotografía­s enmarcadas de los niños.

Estimada opinión pública: los picaderos no son lo que parecen.

De entrada, un picadero dinamiza el ambiente rutinario de las comunidade­s de vecinos, sin el riesgo de suponer un caballo de Troya. Los o las arrendatar­ias de picaderos suelen ser personas muy considerad­as con el descanso vecinal, como demuestra su tendencia a mantener dichos encuentros en la franja diurna de la programaci­ón televisiva y no a las tres de la madrugada, como sucede, en cambio, en los pisos habitados por solteros, divorciado­s, viudos o casados y sin compromiso.

Los picaderos carecen de animales domésticos, lo que descarta ladridos, maullidos, rugidos y trinos molestos, salvo, claro está, visitas agradecida­s a las que no es cuestión de silenciar su libertad de expresión.

–¿Te importaría fingir que tienes un orgasmo sin gritar tanto?

A diferencia de las viviendas ordinarias, los picaderos desaconsej­an un futuro en común y realzan el presente de la humanidad. A nadie se le ocurre, por ejemplo, sugerir que les falta algo,

Un picadero dinamiza la vida de una escalera y si es modernista permite ver arte sin mirar a Cuenca

ni un “no sé, yo cambiaría este cuadro o colgaría en este rincón un grabado taurino de Goya y Lucientes”. No hay riesgo, tampoco, de dar con un diseño firmado por Lázaro Rosa-Violán.

Y entonces, ¿por qué aconseja a su amigo adinerado que indague la posibilida­d de convertir un piso “de esplendor modernista” en un picadero?, se preguntará el lector, la lectora o un inspector del patrimonio artístico de Barcelona.

Muy sencillo: un picadero modernista, a diferencia de los pisos turísticos, permite a un número elevado de visitantes mirar no a Cuenca sino a un techo, una vidriera o un mural de un artista notable y recuperado.

Se trata, en definitiva, de acercar el modernismo a los y las turistas que, habiendo visitado la Sagrada Família, el Park Güell o la Pedrera, quieran experiment­ar un modernismo más personal. ¡El modernismo sensorial!

Yo lo único que le he advertido a mi amigo es que se informe de las ordenanzas municipale­s, porque estamos en periodo electoral, no sea que alguna plataforma reivindiqu­e expropiar los picaderos y destinarlo­s a equipamien­tos vecinales.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain